Cien años después nos siguen doliendo los fusilamientos de los obreros huelguistas de Santa Cruz/Por Carlos Espinosa

Viedma.- (APP) Más de cien años han transcurrido, y nos siguen doliendo los fusilamientos de los obreros huelguistas de Santa Cruz, el sufrimiento y los vejámenes sufridos por miles de trabajadores rurales que protagonizaron aquellas masivas protestas contra la explotación y el sometimiento por parte de los estancieros.  Nos siguen indignando la represión brutal ejecutada por el Ejército y el consentimiento cómplice de las autoridades locales y nacionales, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen.

Para conmemorar los hechos sangrientos y volver a visibilizar la trama cruel de los acontecimientos se acaba de editar el libro “Patagonia Rebelde, cien años” con una variedad de enfoques acerca de los sucesos del verano de 1921 a 1922, reunidos en once capítulos con distintos autores.

La obra fue impulsada desde la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer, de la ciudad neuquina de Villa La Angostura, con el comprensible propósito de rendir homenaje al periodista  e historiador que hace cincuenta años sacudió la modorra sobre aquellas olvidados acontecimientos a través de su aclamado libro “Los vengadores de la Patagonia trágica”, que se completaría en cuatro tomos entre 1972 y 1978.

La impronta de Osvaldo Bayer está muy presente a lo largo de las 199 páginas de este novísimo volumen de la colección Autonomía de la Red Editorial de Vicente López, Buenos Aires.  

Se ha cumplido con creces el objetivo general del emprendimiento: ponderar el enorme esfuerzo de recopilación y análisis de documentos históricos realizado por Bayer para escribir sus famosos libros. Después de una larga trayectoria como escritor y ensayista, sumada a su intensa militancia por el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, Osvaldo Bayer murió el 24 de diciembre el de 2018 y su legado habrá de permanecer vigente en la medida que se concreten publicaciones de esta índole. Creo que el mejor resultado que puede lograrse es que un lector de “Patagonia Rebelde, cien años” que no conozca aún la célebre obra de Bayer se movilice para conseguirla y devorarla apasionadamente, como hicimos nosotros hace medio siglo.

En este punto quiero expresar una advertencia que vengo repitiendo hace cinco décadas. Sin desmerecer el esfuerzo y los logros de la enorme investigación de Bayer en torno a este tema no puede ignorarse que 14 años antes, en 1958, el escritor David Viñas había publicado su novela “Los dueños de la tierra”, ambientada en Río Gallegos en 1921, donde estos graves hechos fueron denunciados cruelmente.

Viñas construyó un relato de ficción sobre la base de información privilegiada: su padre, el abogado Pedro Ismael Viñas de activa vida política en las filas de la Unión Cívica Radical, enrolado en el yrigoyenismo, fue juez letrado en Santa Cruz cuando se produjeron las huelgas y logró el primer acuerdo entre los obreros y los estancieros, que después fue incumplido por estos últimos y tras ello sobrevino la represión. El protagonista de “Los dueños de la tierra” se llamó Vicente Vera y estaba inspirado en Pedro Ismael Viñas.

Claro que mucho antes, en 1929, el abogado José María Borrero editó “La Patagonia trágica” , con una versión incompleta de la tragedia, lo que se comprende perfectamente porque el autor era asesor legal de la empresa La Anónima, de los Braun Menéndez,  y estuvo involucrado en el caso. En 1958 apareció “Los dueños de la tierra” y finalmente en 1972 se publicó el primero de los tomos de “Los vengadores de la Patagonia trágica” de Osvaldo Bayer, con una formidable carga de datos.

La película de Olivera, “La Patagonia rebelde” con libro en coautoría entre el director, Fernando Ayala y  el propio Bayer , y un elenco de grandes actores, se estrenó en  julio de 1974 y fue prohibida tres meses después, con amenazas de muerte para sus protagonistas y responsables, quienes optaron por  ausentarse del país. Las generaciones jóvenes  y mucho público que se la había perdido en las primeras exhibiciones  recién pudieron verla en 1985 tras la dictadura. En tanto la saga monumental de Bayer se había completado en 1978, con un cuarto tomo editado en Alemania durante el exilio del escritor.

Todo lo que se ha escrito en los últimos 44 años sobre las huelgas y los fusilamientos de obreros en Santa Cruz está impregnado por la ardua investigación de Osvaldo Bayer.

“Patagonia Rebelde (Cien años)”,  tomo de reciente aparición que dispara estos comentarios, contiene cierto análisis revisionista del texto original de “Los vengadores de la Patagonia trágica” al descubrir que su autor ignoró que entre los huelguistas  -tanto los fusilados como los que lograron escapar de las balas militares- hubo muchos indios mapuches tehuelches , y de otras etnias originarias.

Los autores del capítulo “Cien años invisibles. Pueblos originarios y chilotes en las huelgas de la Patagonia” son Sergio Valentín Nahuelquir y Mariela Eva Rodríguez y escribieron un interesante diálogo entre ellos acerca de esa actitud de desconocimiento o desdén que empaña un poco la obra de Bayer y sus seguidores. Apuntan que las narrativas sobre los hechos de 1921-22 “invisibilizaron a  los tehuelches, mapuches, mapuche-tehuelches, huiliches  y mapuche huiliches, a quienes consideraron sólo como peones de campo, sin tener en cuenta  que eran indígenas. A su vez la atención en los inmigrantes europeos también dejó en segundo plano a los trabajadores chilotes, cuya ancestralidad originaria fue igualmente silenciada”.

Pero, además, Nahuelquir y Rodríguez lamentan que, a fines de 2021, “la comisión que está a cargo de las actividades por los cien años de las huelgas no convocó a los pueblos indígenas para sumarnos a la reflexión porque no les interesa, ya tienen armado su discurso y no lo van a cambiar”.

Luis Mancilla Pérez desarrolló el capítulo “Chilotes fusilados en la Patagonia: sombras que surgen del olvido” donde vuelve sobre este tema y muy concretamente expresa que “una de las carencias de aquella historia (la narrada por Bayer) es la participación de los emigrantes que desde el archipiélago de Chiloé llegaron a Santa Cruz”. Este historiador es chileno, y chilote para más datos, con domicilio en la ciudad de Castro, así que no le faltan argumentaciones ni datos documentales para demostrar “que durante más de un siglo decenas de miles de chilotes se fueron a buscar en la Patagonia la vida que en estas islas su país les negaba”.

Adrián Moyano, historiador argentino del pueblo mapuche, escribió la sección que tituló “Bandera roja y afafán”. Explica en esas páginas algunas de las dificultades organizativas de la rebelión obrera, sobre todo por las rispideces entre los dirigentes anarquistas y socialistas, pero nos ofrece una interesante descripción  del frente de lucha compuesto mayoritariamente por la “gente del sur”, donde cita al mismo  Mancilla Pérez  para afirmar que el 80 por ciento de los 1.500 obreros fusilados provenía Chiloé y que la mitad de ese grupo pertenecía a la etnia wiliche.

Hacia el final de su intervención Moyano relata que en el ataque a la estancia Schroeder desde el grupo de obreros chilotes insurrectos se escuchaban “alaridos a lo indio”, y dice que es “imposible no asociar los alaridos con el afafán, grito mapuche que, en su sentido ritual, es una manera de concentrar newen o fuerza, pero no sólo en sentido físico, sino más bien espiritual”. Agrega que resulta comprensible que aquellos hombres que se animaban a luchar por sus derechos como obreros lo hicieran con el respaldo de sus ancestros y todas las fuerzas de la naturaleza que siempre acompañan al mapuche, pero también identificados con las consignas de la igualdad y los derechos del hombre, solidarios y unidos debajo de la bandera roja, pero gritando fuerte el afafán.

El historiador español José Luis Alonso Marchante, de quien ya hemos comentado hace tres años su impecable obra “Menéndez rey de la Patagonia”, desarrolla la sección titulada “La patria asesinada. Una historia de lucha y dignidad”. En esas páginas ilustra con abundancia de referencias la perversa influencia en la represión y los fusilamientos ejercida por la empresa La Anónima, la misma que explota supermercados en nuestra zona además de sus enormes estancias e industrias.

A partir del extenso título de “La violencia que funda nacionalidad: Argentina, Chile y la clase trabajadora de Patagonia en el ciclo represivo 1918-1922” el historiador Alberto Harambour Ross propone hilvanar en los antecedentes políticos y el desarrollo cronológico una serie de acontecimientos con un común denominador: protestas obreras y represión del Estado, sin reconocer fronteras entre un lado y el otro de la cordillera.

Hernán Scandizzo, periodista, radicado en Neuquén, nos sorprende con el capítulo llamado “Allen y el soviet que no fue”. Se refiere a una serie de movilizaciones de protesta gremial que se producen en la zona del Alto Valle de Río Negro, con epicentro en  Allen en algún caso, y su extensión a la zona portuaria de San Antonio Oeste, en el mismo año 1921 en el que se desencadenan los hechos de Santa Cruz. Es valioso este rescate sobre los antecedentes de una lucha obrera en suelo rionegrino.

Pero Scandizzo parece desconocer que unos cuantos años antes, en enero de 1904, los obreros de la barraca de lanas de la firma Sassemberg de Carmen de Patagones habían protagonizado la primera huelga de la que se tenga noticia en territorio patagónico. La cuestión quedó reflejada en el periódico La Nueva Era, primero con  la proclama que llama a la protesta en reclamo de aumento salarial y una semana más tarde con la noticia de que el empresario llegó a un entendimiento con los trabajadores, y que las actividades en el enorme barracón se normalizaban.

Diego Rodríguez Reis, profesor de letras y escritor, residente en Villa La Angostura y miembro de la Biblioteca Popular Bayer,  plantea un atrayente análisis sobre “Osvaldo Bayer, el autor y su desplazamiento entre los géneros”. Advierte así que Bayer modula sus diferentes registros –como cronista, como autor de no ficción y como investigador de la historia- en distintos momentos de la obra.

Después de abundantes citas comparativas, tomadas de una decena de eximios críticos literarios, Rodríguez Rey afirma que “hoy, casi medio siglo después de su aparición original, seguimos leyendo y admirando las páginas de ‘La Patagonia rebelde´ en todo su esplendor narrativo: un texto que se deja leer como un documento y como una narración. Además del valiente y valiosísimo testimonio de un fragmento imperdonable de nuestra historia, es un relato vertiginoso y terrible narrado baja la trama textual de una novela de no ficción”.

Por su parte el periodista Santiago Rey, radicado hace unos cuantos años en Bariloche donde dirige el diario digital “En estos días” y la Fundación de Periodismo Patagónico, aborda el tramo destinado a “Rodolfo González Pacheco, la prensa anarquista y los fusilamientos de Santa Cruz”. Se trata de una vibrante narración que arranca “una calurosa mañana de mediados de enero de 1922” cuando González Pacheco, polígrafo de intensa militancia anarquista, lleva al periódico “La Antorcha” su flamígera crónica sobre la tragedia patagónica.

A partir de este dato Rey ilustra sobre el desenvolvimiento interno del anarquismo argentino en aquellos años de fuerte presencia en las calles y, de paso, nos presenta a Kurt Wilkens, anarquista alemán radicado en Buenos Aires desde 1920, quien en otra mañana de verano, el 25 de enero de 1923, ajustició al teniente coronel Héctor Varela, responsable de más de 1.500 fusilamientos de obreros apenas un año antes.

En otros capítulos dos de los hijos de Osvaldo Bayer –Esteban y Ana- desarrollan sus recuerdos personales en torno a la figura paterna. Enrique se ocupa de “La recuperación de la verdad o el recuerdo vivo del viejo don Osvaldo” donde pondera el esfuerzo del autor en reunir tantos datos que permanecían, hasta fines de los años 60, ocultos y olvidados. Ana, que era una niña cuando se filmó la película de Olivera, dedica su parte “Las huelgas patagónicas en el cine: La Patagonia rebelde” a la evocación de curiosas y risueñas anécdotas durante el rodaje, en los primeros meses de 1974.

Las páginas finales del libro contienen un breve trabajo del propio Osvaldo Bayer, elaborado en 1996 para una conferencia en Chubut. Se recupera así el verbo filoso del talentoso autor cuando dice que “debo reconocer que soy un apasionado polemista y me gusta ser retador para el duelo argumental, donde de espadas o pistolas sólo actúen pruebas, documentos, argumentos, interpretaciones”, antes de referirse a la famosa polémica con el general de división Elvio Anaya, que siendo un joven oficial tomó parte de los fusilamientos, llegaría a jefe del Ejército en 1959, y fue entrevistado por Bayer para escribir sus obras.

En definitiva: bienvenido este volumen “Patagonia Rebelde, cien años” porque refresca e informa, en estimulante tránsito por la avenida de la Memoria, la Verdad y la Justicia en la que tanto luchó Osvaldo Bayer. (APP)