Un hombre pinta, otro tiene un gesto de corazón, el museo se fortalece, todo es emoción/Por Carlos Espinosa

Viedma.- (APP) Un hombre pinta en las calles de Carmen de Patagones. Hablo en presente, porque casi cincuenta años después de su muerte Alcides Biagetti sigue pintando magistralmente los rincones de la aldea y logra renovarnos el asombro y el goce estético cada vez que ponemos nuestra mirada en uno de sus cuadros.

Un hombre que nació y pateó potreros de infancia en Carmen de Patagones, y por ello mismo guarda sus mejores recuerdos del niño y del pueblo que fue, tiene un gesto de esos que denotan el buen corazón. Dona un cuadro de Alcides Biagetti.

Se lo obsequia al Museo Emma Nozzi, ahora, en el marco del merecido reconocimiento a la institución con motivo del septuagésimo aniversario de su fundación. El museo ya tiene otras dos obrasde Biagetti en su colección de maravillas, pero esta donación lo fortalece. Porque todo indica que este cuadro, trabajo inconcluso que muestra la bajada de la calle Bynon desde Olivera hacia el río, ha sido el último chapadur que el maestro instaló sobre el caballete, tal vez en aquella incipiente primavera de 1971.

Las emociones se apiñan en la sala Arquitecto Alberto de Paula, de la Casa Cagliero del museo. Las normas sanitarias estrictas de la pandemia condicionan la asistencia a tan sólo un puñado de personas, directivos y amigos de la querida entidad. Tengo ese privilegio.

El donante, Alberto Pozzo Ardizzi, se disculpa por la ausencia y envía un fuerte abrazo virtual. Sabemos que el cuadro llegó a su dominio como obsequio del hijo del pintor, Enrique “Quique” Biagetti, hace ya unos años; y que ahora quiso dejarlo en manos de una institución que lo conserve y exhiba públicamente como testimonio incuestionable de la vigencia de la calidad artística del inolvidable maestro.

Jorge Bustos, director del museo Emma Nozzi, dirige unas pocas palabras a los presentes. “Quiero destacar la generosidad de Alberto Pozzo Ardizzi -dice el historiador- por el gesto de su donación y también porque significa un respaldo de confianza a la seriedad que tiene el Museo en el resguardo del patrimonio que le confía la comunidad”.

Después se corre el paño y quedan ante los ojos de los pocos y emocionados testigos el cuadro y el caballete. La obra tiene el colorido típico de la paleta de Biagetti, pero faltan algunas pinceladas de culminación, está sencillamente apoyada sobre el rústico soporte, tiene desprolijos y desnudos los bordes de la tabla, sin marco de protección. Se observa el perfecto estado de conservación, después de medio siglo.

Liliana Parodi, artista plástica, docente de la Escuela de Arte que luce precisamente el nombre de Alcides Biagetti, tiene la palabra y nos dice que “a través de la colaboración permanente del Museo los alumnos de la Escuela pueden apreciar no sólo la dimensión estética de este artista, sino también su calidad humana y ética plasmada en una vida ejemplar”.

“Siempre son conmovedoras las devoluciones que hacen los estudiantes. Porque plantean que gracias al conocimiento de Alcides Biagetti y su obra, de su labor persistente en el tiempo a pesar de no contar con los recursos materiales más adecuados -al igual que lo que les ocurre a ellos- se sienten identificados y ratifican su voluntad de proseguir en este camino del arte” añade.

Revela después que “encontrar esta obra apoyada en este caballete es para mí una gran conmoción, porque sabía que él mismo los construía y los clavaba sobre la tierra, para trabajar durante horas en un sitio del pueblo, donde a veces dejaba el caballete y la pintura esperando, hacía un recorrido y volvía, y mientras tanto algunas personas pasaban, miraban y admiraban el cuadro inconcluso”.

Comenta también que “más allá de sentir afinidad por su obra está la dimensión ética de su figura, porque gracias a la sensibilidad que él convocó nosotros estamos acá, tenemos una escuela de arte, hubo otros pintores, y se generó un espacio para la cultura a través de los tiempos”.

Finalmente Liliana Parodi toma un papel, donde se alcanza a ver un texto manuscrito con letras grandes, y anuncia que leerá un poema que compuso esa misma tarde.

Se titula “Un hombre pinta”.

“Cuando la virtualidad es el soporte cotidiano, un hombre pinta. Cuando la virtualidad nos permite el encuentro, un hombre observa y pinta.

Cuando el viento se agita, un hombre persevera, clava su caballete y pinta.

Cuando no es posible el abrazo un hombre pinta. Cuando la muerte se transforma en amenaza, un hombre pinta.

Cuando las mujeres son perseguidas, las artistas invisibilizadas; cuando a las mujeres no se nos permite el arte, un hombre -con altura- pinta.

Hasta el instante de sus últimos días un hombre pinta, con amor a su pueblo, abriendo puertas para la luz.

Un hombre llamado Alcides Biagetti pinta.”

Brota el aplauso. Liliana Parodi respira, contiene las lágrimas. Miramos el cuadro. Una sombra se difumina hacia el fondo de la calle Bynon, enfrente de La Carlota, allí en el cuadro. ¿Lleva el caballete colgado del hombro? No alcanzamos a verlo, ya se perdió en una sombra de la esquina.

Faltaba algo, otro respingo al corazón. Mary Musarella, conocida y apreciada fotógrafa, extrae de una carpeta una imagen en colores. “Es el taller de Biagetti -cuenta- estuve allí pocos meses después de su muerte, todo estaba como él lo había dejado”. Allí en la foto está el cuadro inconcluso que ahora tenemos en el Museo Emma Nozzi. Allí, esperando este momento, tal vez. (APP)