Don Guillermo Yriarte, una singular historia de vida/Por Carlos Espinosa

Viedma.- (APP) Este 17 de noviembre se cumplen diez años del fallecimiento de don Guillermo Yriarte, protagonista de la vida cultural, política y social de la provincia de Río Negro a lo largo de varias décadas de fines del siglo 20 y principios del 21. Tuve el inmenso gusto de conversar largas horas con él, entre los años 2006 y 2007, por encargo de Juan Raúl Rithner, por entonces titular del Fondo Editorial Rionegrino (FER), con la finalidad de redactar el libro “Los oficios de Don Guillermo”. La obra se justificaba porque el propio Yriarte fue, durante su paso por la Legislatura provincial, autor de la ley de creación del FER; empero los tropiezos administrativos del funcionamiento de la editorial provincial demoraron su publicación hasta noviembre del 2016, cuando la figura homenajeada ya había muerto.

En la reciente Feria del Libro de Viedma en el puesto del FER pude ver, con alegría, que esta publicación ha vuelto a circular. Como me pertenecen los derechos de autor me permito entonces, seis años después de su aparición, compartir algunos párrafos de “Los oficios de Don Guillermo”.

Introducción

“Estoy totalmente satisfecho e inmensamente feliz por la vida que he tenido. Una vez en una entrevista, en Conesa, dije que soy inmensamente rico, pero enseguida aclaré: lástima que no tengo plata… He vivido con buenas, malas y regulares, me voy satisfecho de haber pasado por la vida y dejar un rastro, por haber podido conocer mucho y tratar de volcar en los demás lo que pude aprender”.

Don Guillermo se tira hacia atrás en la silla, respira profundo y se queda en silencio. Las pocas palabras que acaba de pronunciar le parecen suficientes como el balance de su trayectoria de casi 85 años.

Después de varias horas de charla con este hombre corpulento y formal, de mirada atenta y gesto servicial, de sonrisa generosa y voz pausada, el cronista también saca sus conclusiones. Una gran modestia acompaña a esta personalidad singular que tiene enfrente y que pudo conocer a través de la recopilación de decenas de datos acerca de su vida, cada uno más interesante que el otro.

La existencia de don Guillermo se caracteriza por la sucesión de experiencias duras, con momentos de contrastes muy fuertes y permanentes desafíos a ese valor humano que ahora se llama resiliencia y antes era, sencillamente, saber ponerle el pecho a las adversidades y sacar ventaja de cada dificultad:

–              el aprendiz de peón rural que a los 12 años fue cobijado por una familia lituana en la Colonia Juliá y Echarren, porque era necesario arrimarle unos pesos a la madre viuda que tenía que sostener una prole de otros 12 hijos, se convirtió en la edad madura en viajero del mundo y visitó los principales centros de la cultura universal como referente especializado en las artes folklóricas argentinas;

–              el escribiente del Ejército que repasó mediciones de altitud en la despoblada meseta de Santa Cruz llegó a juez de Paz de la pujante ciudad de Cipolletti, resolviendo con eficacia y capacidad de mediador diverso tipo de conflictos;

–              el agente de policía que galopaba 20 leguas en sus recorridas de vigilancia por los pagos de Clemente Onelli fue jurado del encumbrado festival nacional de folklore de Cosquín, cuando aquel certamen gozaba de prestigio indiscutible;

–              el alambrador y cazador de zorros que se rebuscaba el peso esquivo para afrontar sus necesidades fue elegido como legislador provincial y hasta ocupó temporalmente la presidencia de la Legislatura de Río Negro.

Cuando el cronista analiza la rápida sucesión de alternativas en el itinerario vivido por don Guillermo advierte relieves y alternativas apasionantes. Un relato de vida que merece ser contado.

Cuestión de camarucos, la amistad con Faqui Prafil

Entre los tantos temas de las tradiciones folklóricas que despertaron el interés del joven agente policial Yriarte, en aquellos duros pero enriquecedores años en Onelli, la cuestión de la rogativa mapuche, popularmente llamada “camaruco”, ocupa un lugar predominante en los apuntes del viajero e investigador. Los párrafos que siguen contienen sinceras reflexiones y una detallada descripción de la última vez que presenció la ceremonia mayor de la cosmovisión indígena.

“Cuando volví por Onelli y Anecón Grande, ya como investigador de los temas de la tradición y el folklore, los indios se sintieron obligados a darme atenciones especiales Cuando había llegado la primera vez como policía me dieron todo lo que tenían, pero pensaban que no era suficiente. Entonces me invitaron a participar del camaruco y me sentaron junto al lugar del cacique, un sitio de privilegio. He tenido mucha suerte, en ellos encontré una mejor correspondencia, así después durante casi 30 años seguí yendo todos los años al camaruco.

La última vez que estuve había tres matrimonios jóvenes de Buenos Aires, que cayeron a cenar a la casa de David Namor, el único lugar en donde daban de comer en Onelli. Su señora, la Tata Chaina, toda preocupada me preguntó: ¿qué les doy de comer’? Yo le contesté: ‘dales carne de potro’. ‘Pero qué va a decir esta gente’ ‘No te preocupes, yo te corto los bifes’. Fui a la despensa, en donde estaba colgado un cuarto de potro, corté unos cuantos bifes y la señora de Namor los preparó con cebolla. Todos comieron contentos y después pasaron a la cocina, donde estábamos los de la casa, comiendo potro asado al horno. ¿Qué están comiendo?, preguntaron con esa curiosidad de pueblerinos. Carne de potro, les dijimos. Ah, qué interesante, ¿nos dejan probar? Les gustó, pero no se imaginaban que era del mismo animal que les había provisto los riquísimos bifes a la plancha.

Al día siguiente los jóvenes visitantes fueron a pedirle permiso a Faqui Prafil, el lonco de Anecón Grande, para presenciar el camaruco y sacar fotos. Bueno, pueden, pero no se paren adelante del rewe. ¿Nos puede explicar cómo es la ceremonia?, pidieron también. ‘No’ les dijo Faqui, que era muy cortante, yo no voy a explicarles nada, porque para eso aquí está el señor Yriarte que sabe tanto como nosotros y lo explica mejor. Ese cargo de presentador me duró muy poco, porque Faqui iba a dirigir por primera vez en calidad de cacique y tenía miedo, porque hacía mucho tiempo que no llovía y temía que no se cumpliera el pedido. En el primer día nomás puso la bandera negra y estos señores (los visitantes) estaban detrás de mí y yo pensé en voz alta, qué lío, vamos a tener que soportar la lluvia. Entonces uno de los forasteros me preguntó: ¿usted cree en estas cosas? Claro, le dije, si no creyera no estaría aquí. Bueno, poquito a poco las nubes se fueron juntando, en la tarde empezó a llover y uno de ellos tuvo la valentía de venir a decirme: señor, le pedimos perdón, nosotros no creíamos. Finalmente hicimos una relación que duró muchos años.

Al principio me costó comprender los ritos. Hice anotaciones desde el primer momento, pero después me di cuenta que las interpretaciones que había hecho en mis primeras observaciones de un camaruco, no tenían nada que ver con la realidad. Faqui ejercía sobre mí un cierto autoritarismo, con un gran cariño por supuesto. En una oportunidad le pregunté: ‘¿no tienen una imagen de Dios?’ Y me contestó: ‘no, nuestro dios no tiene cara, si hizo al hombre tenía que ser hombre, si hizo a la vaca tenía que ser vaca, si hizo a las moscas, tenía que ser mosca, hizo a las plantas, y a los pescados…’ Tomé ese razonamiento con cargo de inventario, a pesar de que era un razonamiento elemental. Si Dios es el supremo creador y creó todo lo existente, tendría que ser la síntesis de todas las formas.

Esto en una oportunidad se lo contaba al doctor Gómez Tabanera, en la Universidad Complutense de Madrid, y al lado mío estaba una investigadora judía, Tamara Salomón, que me dijo ‘lo que está contando es exactamente los usos y costumbres de mi tierra con distinto nombre’.

Cuando estuve en Egipto le pregunté a un paleontólogo de aquel país: ¿por qué ustedes tienen tantos dioses? Me dijo: son dioses menores, igual que los de ustedes Nuestro Dios no tiene forma, es la síntesis de todas las formas, hombre, ave, pez, insecto. Así descubrí que estaba muy acertado mi amigo Faqui. Otra cosa que me dijo él: los huincas nomás creen que Dios los hizo a ustedes iguales a él. Dios hizo todo igual a él, por eso para hacer un sapo también tuvo que ser sapo. ¡Y esto lo escuché en Anecón Grande, cerca de Clemente Onelli!”

A pesar de tanta confianza con familias de origen indígena, don Guillermo nunca intentó hablar la lengua mapuche. “No he querido hacerlo por respeto, para no arruinar su maravillosa musicalidad con mis errores de dicción, esa es la razón”.

Don Guilermo Yriarte había nacido el siete de julio de 1922 en Paso Peñalva, hoy Pomona, en el Valle Medio de Río Negro; falleció el 17 de noviembre de 2012 en Cipolletti, su lugar en el mundo. (APP)