Fabiola Soria, ciencia ficción que invadirá la psique de los lectores y la hará vulnerable/Por Claudio García

Viedma.- (APP) La escritora roquense Fabiola Soria presentó ayer en el marco de la Feria del Libro su saga de tres libros “Relatos de la cronohistoria”, con una decidida apuesta  la ciencia ficción. Reproduzco el prólogo que por su pedido escribí para esta edición, del que me referí brevemente al presentar a la escritora en el ámbito de la ExCapilla en la Manzana Salesiana, y que espero motiven a conseguir y leer estos libros.

¿Ciencia ficción patagónica? La literatura patagónica ya es mayorcita de edad y tiene decenas de escritores, algunos de larga y reconocida trayectoria, que cruzan distintos géneros y temáticas, quedando en el pasado aquel estereotipo que la anclaba sólo a historias siempre de tipo realista y en contextos geográficos de meseta o cordillera. Hay una vasta literatura regional con entornos rurales pero también urbanos, con y sin acervo humano de la región, realistas y sociales pero también intimistas y, como en el caso de Fabiola Soria, fantásticos y de ciencia ficción. La escritora ya había ingresado en la ciencia ficción con su primer libro de cuentos “Arquetipos” (2011) y en lo fantástico con sus cien microrelatos de “El banquete de los monstruos”, seleccionado y editado por la editorial de la UNRN. En la saga de tres libros de “Relatos de la cronohistoria” no rehúye a veces los entornos patagónicos, está presente  lo fantástico –el límite entre los distintos géneros narrativos es  por supuesto laxo-, pero incursiona claramente en la ciencia ficción tanto en su definición de historias sobre planetas o mundos extraños, viajes interestelares y hombres y mujeres terrestres en escenarios de avanzadas tecnologías y futuros espaciales, como la predicción de un futuro terrestre en base a la proyección de muchas características del mundo presente.

Por supuesto que, como decía Jorge Luis Borges, toda literatura no deja de ser simbólica y no importa si un escritor recurre a lo “real” o a lo “fantástico” para transmitir sus experiencias. Pero también hay que decir que en “Relatos de la cronohistoria” hay una apuesta que no es fácil a una Sci Fi sumamente imaginativa, más cercana a la fantaseosa de un Ray Bradbury que a la de otros escritores del género de tono más científicamente preciso, alejada de clichés y fórmulas conocidas que suelen caracterizarla. Hay climas también en algunos relatos que recuerdan a ese cruce de la ciencia ficción y la fantasía con el terror que caracterizó a Lovecraft.

El primer relato del libro I, “Cosecha terrestre”, hay un marco de un futuro de muchas naciones aliens, incluso una Liga Protocolar de Planetas donde los terrestres apenas si van a llegar a tener representación porque están lejos de las más avanzadas (“…todavía no habían conseguido largos viajes espaciales (…) apenas habían podido llegar a Andrómeda, su galaxia vecina”) y, más aún, van a ser considerados extintos como resultado de los avatares de la política interplanetaria, a pesar de la existencia del denominado  CIMPdE (Control Intergaláctico de Minorías en Peligro de Extinción). El trasfondo está resumido en el título, una de las naciones más avanzadas, los impronunciables K-RSXOW EII, descubren una bebida que evidentemente les gusta mucho y que surge de una materia prima que producían las hembras terrestres “pero solamente cuando su cuerpo se había modificado biológicamente para tener a sus crías”. De allí que con prebendas logran que el sector de más poder de la tierra avale la creación de “granjas humanas” donde cosechar aquel insumo esencial para la creación de la bebida. Sin la pretensión de revelar demasiado, para no quitar al lector el asombro de una historia sumamente imaginativa, que se desplaza en distintas direcciones sin perder nunca una unidad como relato, sólo debería alertar a los espíritus muy sensibles que no piensen encontrar en este inicio de la saga una visión poética del universo. No por lo menos para los  futuros terrícolas que quizás tengan  como acotadas opciones ser extintos o cosechados en granjas de galaxias extrañas.

Después viene “El meteorito”, la historia de algo que cae del cielo, en un entorno de cordillera patagónica, y que será algo más que un residuo del espacio de metal y roca, ya que influirá decisivamente en animales y personas. Los destellos luminosos propios de estos fenómenos al traspasar la atmósfera y antes de su impacto en la tierra, sobrevivirán después y como las patas de una araña atraerán a incautos pobladores a una trampa. Pero habrá en cierta medida algo así como una heroína que podrá escapar de la red junto a su ser más querido.  En la historia de la ciencia ficción ha habido cuentos o novelas con meteoritos y otros cuerpos celestes impactando sobre la tierra y colocándonos al borde la extinción o dejando apenas un grupo de sobrevivientes en un planeta ya prácticamente yermo. Hay  otras donde lo que impacta genera una trama mucho más imaginativa e increíble, como “El color que cayó del cielo” de Lovecraft. El relato de Fabiola Soria se inscribe en un clima similar al del autor norteamericano, que para muchos creó un subgénero específico dentro de la ciencia ficción y la literatura fantástica denominado weird fiction (ficción rara).

El tercer cuento del primer libro de “Relatos de la cronohistoria” es “Modelo humano”, que confirma a una autora audaz, literariamente hablando, que no se conforma con desarrollar la idea principal del cuento en forma lineal, sino que la enriquece con otros contenidos. En el marco de una sociedad futura donde por la expansión demográfica hay leyes estrictas respecto a los espacios de las viviendas, sumamente acotadas, se desarrolla una amplia trama con distintos personajes, una muerte poco clara,  excepciones al hacinamiento por supuesta cercanía con el poder, manifestaciones por supuestos privilegios, un modelo de robot que quizás es un eslabón más hacia la  autonomía, un niño exteriorizando raros fenómenos, un matrimonio de científicos que investiga, en fin, un mix de protagonistas y circunstancias que precipitan en un final que podría ser tanto la respuesta al hacinamiento como el corolario de una realidad monstruosa que sólo exceptuará a los ricos.

En el primero de los tres relatos de este tomo II, “La noche de los perros”, hay sobre todo un terror psicológico generado por la transformación progresiva de un perro a partir de morder ‘algo’ que no se sabe en principio qué es o de quién o qué proviene, en el marco de un barrio donde ese quién o qué provoca directamente la desaparición o muerte de otros animales.  Ese perro, de ser solamente algo inquieto, “traía piedras a la casa, hacía pozos, mordisqueaba las patas de los muebles, y si encontraba la reja abierta, no conseguía entrarlo con nada”, se va convirtiendo en peligroso, predador. Y la transformación no es sólo en el carácter, sino física. Es una historia que tiene la virtud de enlazarse con otras que generan inquietud y miedo, por ejemplo, no puedo evitar cierto eco del “Cujo” de Stephen King, pero a diferencia del autor norteamericano que desarrolla una historia a partir de algo perfectamente posible como un perro con rabia, en este caso lo original es que se inserta en el mito del chupacabras, presente en distintos lugares del mundo y en este caso en el sur bonaerense, un animal del infierno que sale a matar vacas y otros seres vivientes.

El segundo relato es “La mujer albina”, con un tono más marcado de ciencia ficción. Sin entrar en demasiados detalles, para no adelantar al lector una historia de potente imaginación, el relato es el discurso de una abogada en un tribunal de un futuro muy lejano que representa a ‘la mujer albina’ para que recupere una identidad y la libertad de dos doctores que la mantienen retenida en un laboratorio. Una historia donde hay abducciones de personas en estaciones espaciales, saltos entre universos o mundos paralelos, normas y protocolos ya supra terrestres y  con un alcance temporal de varios siglos de cronohistoria. Tras los personajes hay un trasfondo si se quiere pesimista de cómo será la evolución humana si se tiene en cuenta cómo los doctores priorizan la investigación científica aún a costa del maltrato y la tortura y sin inquietarles que incluso pueden poner en riesgo la propia supervivencia del género humano. La historia rompe también con esa narrativa de ciencia ficción donde los alienígenas por poseer una más avanzada tecnología que la terrestre, serán también más avanzados en sus conductas, menos malos, menos ‘bestiales’ si se quiere. “No, el desarrollo tecnológico no libera de la imbecilidad”, dice la representante de ‘la mujer albina’. En esto también emparento a Soria con el Bradbury de “Crónicas Marcianas”, donde se insinúa un pesimismo similar que el cual el hombre en cualquier circunstancia va a cometer los mismos errores porque carga con una naturaleza negativa y aun yéndose a otro planeta desencadenará las mismas tragedias que en la tierra.

Y algo de esto último hay también el tercer relato, “Otra posibilidad más”, con una historia sumamente original a partir del refugio de un contingente humano en otro planeta. Allí se ven obligados a construir una vida subterránea porque poco después de llegar también llega a ese mundo otro contingente de seres, los Carpos, sumamente feroces, literalmente capaces de comerlos a todos, “como si fueran bestias de ácido”.  El planeta tiene el tiempo contado y hay que definir una estrategia para sobrevivir, para escapar sin ser presa antes de los Carpos. Y allí la estrategia planteada por el personaje denominado Borena se inscribe en esa vieja polémica humana de los fines y los medios: sacrificar a una parte importante de la población para que una parte pueda sobrevivir, escapando en la nave en la que habían llegado. Lo que ratifica aquello borgeano que aún en un imaginario de ciencia ficción, en un planeta lejano, podemos llegar a pensar problemas humanos que se arrastran del pasado y siguen siendo en distintas circunstancias actuales. Por lo menos, “Otra posibilidad más”, me llevó a pensar: “¿Hay un sello indeleble en los genes que impone ese tipo de naturaleza que no duda en justificar cualquier medio para un fin supuestamente más importante?” Y también me hizo recordar lo que planteó otro gran escritor, Aldous Huxley,  aquel que supo escribir un clásico ya de la ciencia ficción como es “Un Mundo feliz”: “el fin no puede justificar cualquier medio, en razón que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos”.

Los dos primeros cuentos del tercer libro de la saga, “Capullo” y “Coquena”, aunque con historias distintas, pueden enlazarse con aquellas obras de  ciencia ficción de “utopía negativa” de la tierra,  imaginarios futuros donde la humanidad estará lejos de estándares de una vida más plena e igualitaria para la mayoría, cuestión que hoy obviamente también rige en gran parte del mundo, pero con una proyección de los males sofisticada y tenebrosa. En “Capullo”, para que un niño o niña ya en gestación tenga alguna posibilidad de vivir mejor, habrá que costear algo así como instituciones que se harán cargo de ese bebé que en distintas etapas garantizarán la alimentación, los complementos dietarios, la educación  y hasta las manipulaciones genéticas para llegar “al triunfo”. En ese mundo futuro no sólo tener más o menos dinero definirá quién puede “ascender socialmente”, sino que también sólo podrán pertenecer a “la élite” personas estéticamente bellas, alejadas de la gente “horrenda”. Rige una “bellocracia”.  La protagonista no proviene de los sectores más adinerados y por lo tanto para que su beba tenga alguna chance de una vida mejor deberá firmar contratos y préstamos que la condenarán de por vida a enormes sacrificios, a ella y a sus otros dos hijos, que por otra parte ya habían quedado en los márgenes. Habrá casi una creencia “religiosa” en un “más allá” para su hija, porque la historia implicará que deberá aislarse y finalmente separarse de ella. Ni siquiera tendrá garantías ni pruebas de ese supuesto mejor futuro. El lector tampoco tendrá seguridad sobre “la realidad” de ese relato en el que confía la protagonista, ya que Fabiola Soria sugiere tras esa apariencia, formas más sofisticadas de esclavitud, como a lo “matrix”, por algo la escritora no esconde cierto homenaje  a la trilogía de las  hermanas Wachowski en la similitud de los “capullos” de su cuento, donde  las elegidas completarán de manera más controlada el tránsito por la adolescencia, con los de los filmes donde las personas, dominadas por las máquinas y utilizadas como energía, se mantienen en suspensión con sus mentes conectadas a una realidad virtual. En “Coquena” habrá un mundo de privaciones y la pelea “de mercado” por la provisión de alimento, totalmente industrializado y transgénico. Habrá un relato aparente  de una puja entre un monopolio dominante y sin escrúpulos, y otra empresa que aún con fines comerciales, quiere  una “alimentación saludable” y con cultivos más artesanales que suma a la propia gente como emprendedores. Como en otros cuentos de la saga, hay en éste una riqueza de contenidos que surgen como ramas del tronco de un árbol que sería  la historia principal y donde puede leerse en ese mundo futuro mucho de las facetas más sombrías del actual. Mi sensación al terminar de leer estos dos primeros cuentos de la tercera saga es que hoy como mañana cuestiones como la dominación y el dinero seguirán definiendo la moral.

Finalmente, el último cuento, “Algo más que sangre inerte”, es la historia de un mensaje encontrado en una cápsula del espacio exterior por una civilización, los balseirenses,  que provino alguna vez, según se supone, del desaparecido planeta tierra. Hay otras civilizaciones conocidas que, aún con sus diferencias, tendrían ese origen común, ya que diferentes naves se vieron obligadas a salir muchas centurias atrás de la tierra para sobrevivir, en la búsqueda de exoplanetas habitables  El mensaje fue escrito por una ingeniera técnica robótica de una nave que junto con otras escaparon de lo que se llamó la Gran Colisión y en el tránsito hacia un planeta que pueda ser habitado debe defenderse y tratar de huir de los Valtrans, una especie enemiga que los persigue. Ella, junto con otros miembros más, pertenece a la llamada la Sociedad Secreta de Alejandría, “fundada con el propósito de indagar en el sentido de nuestra existencia”. El mensaje sería la prueba de los lazos genéticos que unen a distintas civilizaciones que como los balseirenses están dispersas en distintos mundos y por lo tanto una prenda invalorable para la paz entre ellos. Pero en términos literarios es la rica trama de la historia que cuenta la ingeniera alejandrina la que atrapa más allá de la defensa de los Valtrans: habrá unos pilotos élite, genéticamente manipulados, y que quizás actúan y piensan como una colmena, una llamada interpaz impuesta entre los humanos agrupados en distintas naves –que implica no una reproducción natural sino en laboratorios, donde además se resguardan muestras de la especie humana,  y drogas que sujetan los instintos- en función de garantizar la sobrevivencia que permita llegar a un exoplaneta habitable,  que es puesta en cuestión por el accionar autónomo de los miembros de la Sociedad Secreta con motivaciones cuasi filosóficas. El relato logra, como en otros de la saga, un equilibrio entre una Sci-Fi entretenida e interrogantes muy interesantes sobre la naturaleza humana.

Con una obra atrás en poesía y narrativa de distinto tipo, el tránsito por la ciencia ficción de Fabiola Soria ratifica sus dotes de escritora versátil y con un gran poder de imaginación. Las historias de “Relatos de la cronohistoria” no me cabe duda invadirán la psique de los lectores y la harán vulnerable al asombro, la inquietud, el miedo, el estremecimiento y quién sabe qué otras sensaciones que suele generar la buena literatura.

Ah, me olvidaba, cada relato tiene un dibujo de la propia autora –lo que ya hizo en “Arquetipos”- que confirma esto de ser una artista versátil y una forma también, como su literatura, de “dejar ir a los mundos que me habitan”, según reconoció.