“La memoria es el arma más poderosa que tienen los pueblos”/Por Claudio García

Viedma.- (APP) En el marco de “Mujeres y Dictadura Ciclo 2018” fue muy fuerte y movilizante  escuchar en el Concejo Deliberante de esta capital la alocución de  Gabriela Sosti, fiscal federal en los juicios de lesa humanidad, y especialmente los testimonios de Bibiana Reibaldi y María Laura Delgadillo, pertenecientes al colectivo “Historias Desobedientes-Hijas, Hijos y Familiares de Genocidas”, comprometido con la política de memoria, verdad y justicia. Fuerte porque a pesar del tiempo transcurrido de los hechos del terrorismo de Estado, del genocidio perpetrado en nuestro país, los horrores de los centros clandestinos, las desapariciones, los vuelos de la muerte, la apropiación de los hijos de las víctimas, etc., siempre traer al presente estos hechos aberrantes resulta casi insoportable. Hace dudar respecto a qué naturaleza humana se enconde tras este entretejido biológico y cultural que nos contiene como ser, como ente. Lo que ocurrió, ocurrió, pero qué se hace con esa carga. A pesar de lo insoportable, los argentinos entendimos que los estratos de lo que nos pasó reposan unos con otros y siempre será imposible desprendernos de lo que ha sido más doloroso. Y que lo mejor no es reprimirlo, sino hacerlo presente y vívido. “El silencio no es salud, el silencio enferma, no hay que guardar secretos, eso termina siendo contraproducente, hay que sacar las mordazas”, dijo anoche Delgadillo. La verdad debe siempre imponerse, necesita de nuestra praxis para imponerse, no puede ser que aquello que a veces nos resulta insoportable recordar, hacerlo vívido, no salga a la luz y nos enferme, personal y colectivamente. Hace ya muchos años escribí en un poema: “un poeta vejado y torturado/no puede impedir/que sus palabras sean a la vez/vejadas y torturadas/el poeta puede no resistir/caer asesinado,/pero los verdugos/siempre terminarán delatados/por esa palabras/que sufrieron filos y picanas”. Por la praxis de las madres y abuelas, de los organismos de derechos humanos, por un proceso que se fue haciendo cada vez mas colectivo y que se encarnó en la política de memoria, verdad y justicia, por suerte los verdugos han sido delatados y llevados a juicio. Y ese proceso debe continuar. No sólo esto constituye la única reparación, sino que, como dijo Sosti anoche, “hablar del pasado es hablar del presente, hablar de lo que pasó en la dictadura es fundamental, y es fundamental nombrar las cosas como fueron, retramar esas verdades y nombrar la hecatombe que fueron capaces  de perpetrar como lo que fue: un genocidio”. Especialmente ahora, que como expresó también Sosti, “es imprescindible volver a decir las cosas que tal vez creíamos dichas y seguras, pero frente a este nuevo embate de la ignominia, a que cada tanto nos someten, es importante volver a retramarlas”. Es verdad, la política de memoria, verdad y justicia, tuvo idas y venidas desde la recuperación democrática, pero sobre todo un gran impulso en los gobiernos de Néstor y Cristina,  especialmente con la derogación de las leyes de punto final y obediencia debida, que permitieron retomar los juicios de lesa humanidad, en el marco de un camino absolutamente necesario, como venimos diciendo, para revertir las secuelas de la dictadura, ya que sólo con justicia la carga del pasado no será “insoportable” y la democracia podrá desarrollarse sobre bases sólidas. Ahora hay que “volver a decir las cosas” frente a un gobierno negacionista que, no es casual, al repetir un modelo económico similar a aquel que aplicó la dictadura cívico-militar, quiere volver a instalar el marco simbólico por el cual los sectores dominantes y sus asesinos se autojustificaban y a la vez trataban de imponerlo a la sociedad para lo internalizara y así  ser pasivos y domesticados. Sí, un gobierno de la ignominia que vuelve a traer la teoría de los dos demonios, a negar los 30.000, a decir que los organismos de derechos humanos y los familiares de las víctimas del terror hicieron ‘negocios’, que suelta el bozal otra vez a fuerzas de seguridad para reprimir y matar porque el Estado los respalda y protege. Fue muy fuerte anoche, insisto, escuchar a una hija de un genocida diciendo que precisamente le resulto “intolerable” saber que la persona que amaba fue capaz de ser un engranaje de un plan sistemático de extermino, secuestrando, torturando y matando, y que eso la llevó a la decisión ética de poner por arriba del “honrarás a tu padre y a tu madre”, el “no matarás”. Pero ese ejemplo, es el que vuelve a dar fuerzas para “volver a decir las cosas” en estos tiempos de retroceso y reacción. Porque, como dijo también Sosti, aludiendo a la proximidad de la semana de Mayo, “para bien o mal, nuestro pueblo cada tanto viene que volver a parir, tenemos que volver a parir la patria, porque los crápulas de siempre, tomando formas y mutando, como mutan los monstruos, nos imponen sus garras para ahogarnos”.

“Seguimos siendo una sociedad post-genocidio”

La fiscal federal Gabriela Sosti dijo al inicio de la charla que “es imprescindible volver a decir las cosas que tal vez creíamos dichas y seguras, pero frente a este nuevo embate de la ignominia, a que cada tanto nos someten, es importante volver a retramarlas”.

“El ejercicio de la memoria debe ser cotidiano y creo que tal vez la memoria sea el arma más poderosa que tienen los pueblos y que tensar el músculo que empuña esa arma es lo que nos hace sabernos libre, quiénes somos”, indicó.

Aludió a la proximidad de la semana de Mayo, señalando que “es el registro de aquel momento en donde la patria se estaba empezando a parir, y para bien o mal, nuestro pueblo cada tanto viene que volver a parir, tenemos que volver a parir la patria, porque los crápulas de siempre, tomando formas y mutando, como mutan los monstruos, nos imponen sus garras para ahogarnos”.

Destacó que “la memoria se puso en marcha a través de este virtuosísimo proceso de memoria, verdad y justicia, encarnado fundamentalmente en los juicios, y hablar de la memoria en estos momentos no es un tema menor, porque hablar del pasado es hablar del presente, hablar de lo que pasó en la dictadura es fundamental, y es fundamental nombrar las cosas como fueron, retramar esas verdades y nombrar la hecatombe que fueron capaces  de perpetrar como lo que fue: un genocidio”.

Dijo en este marco que el último genocidio, que ojalá sea el último, “fue posible porque el Estado se puso a disposición de ciertos sectores de poder, el leviatán desbocado comiéndose a sus propios hijos; el dolor que provocó la última dictadura todavía se sigue percibiendo, se sigue doliendo, sufriendo, por eso eso seguimos siendo una sociedad post-genocidio”.

Mencionó el azoro “cuando nos encontramos con la realidad de lo que pudo hacer un sujeto con el cuerpo de otro sujeto, porque el límite de lo humano casi no tuvo nombre”.

Enfatizó que “semejante sacrificio tuvo un origen sacrificante, la sangre y el dolor de los compañeros muertos y torturados alimentó las arcas de unos pocos, de los mismos que quieren seguir alimentando las arcas ahora, por eso hablar de los juicios es fundamental en estos momentos, porque sino no vamos a entender los ’70, no vamos a entender qué nos está pasando ahora”.

Recordó que el aparato de terror puesto en marcha supuestamente para combatir a las organizaciones revolucionarias “en realidad es una excusa torpe, el genocidio estaba planificado de mucho antes, en esos cenáculos oscuros se reunían  los Martínez de Hoz, los Blaquier, los Roca, todos esos, y decían ‘hay que volver a la Argentina de antes del ‘45’ y para eso hay que dinamitar las chimeneas, terminar a la clase obrera y a todos lo que las defiendan, para esos sujetos obviamente el pueblo tenía que estar a disposición y no reclamar derechos ni tajada en esa torta que siempre consideraron propia”.

Dijo que a ese establishment la participación que tenía la clase obrera en el PBI “era insoportable” y “esa es la razón por la cual nos exterminaron como nos exterminaron, nos domesticaron como nos domesticaron”.

Afirmó que “ahora están intentando hacer lo mismo, para bien o para mal, no sé qué significaría decir esto, en aquel momento necesitaron de los centros clandestinos, hoy ni siquiera, hoy les alcanza para domesticar dos o tres canales de mierda y cuatro mercachiles, cuatro mercenarios que digan dos o tres pavadas para construir un sujeto domesticado en sí mismo, pero la dinámica es la misma”.

Enfatizó que las nuevas generaciones tienen que saber que en los ’70 hubo una sociedad movilizada para oponerse al estropicio que estaba a punto de suceder, que sucedió y que sigue sucediendo, por “eso es importante el ejercicio de la memoria; los juicios han sido una gestualidad política de altísima ética institucional, que un Estado se mire a sí mismo en el pasado y elija juzgarse es de una nobleza institucional que no muchos reconocen”.

Explicó que cuando el Estado mata al servicio de unos pocos, en vez de colocarse al servicio de las grandes mayorías, “no puede quedar impune, por eso estos crímenes son de lesa humanidad y la sociedad tiene que hacerse cargo de esta dinámica”.

En el marco de una larga alocución, marcó otras definiciones importantes:

“El hecho del compañero Néstor Kirchner bajando ese cuadro, yo creo que refunda la república, refunda institucionamente la república; sobre todo si uno lo piensa en momentos en que lo simbólico está en crisis, ellos no solamente intentan cambiar la matriz económico de este pueblo para someter a la mayoría en beneficio de la minoría, sino que fundamentalmente buscan refundar nuestros estilos de vida y nuestros discursos para imponer los propios”.

“A este Poder Judicial al que pertenezco hay que reclamarle la permanencia de esa memoria, porque somos nosotros los que tenemos que hacernos cargo de las investigaciones que todavía están pendientes, de hecho –por eso digo que somos una sociedad post-genocida- aparecen después de 40 años historias, porque a pesar de tanto tiempo aparecen los dolores no estpan suturados, y los juicios han sido un escenario único, inusitado, muy virtuoso, y no del todo bien aprovechados por la sociedad”.

“Los juicios  no son de los jueces, son del pueblo, así como los jueces son empleados del pueblo no los reyes de un maldito castillo, por eso la sociedad tendría que estar llenando las salas de audiencia, porque una de las virtudes que tienen los juicios no es sólo lograr la condena de esos que empuñaron ‘el cuchilo de obsidiana’, en los juicios se retrama la historia, se aprende la historia”.

“Historias desobedientes”

María Laura Delgadillo explicó que “como colectivo estamos en este momento levantando las banderas y apoyando las consignas históricas de los organismos de memoria, verdad y justicia; en este momento precisamente hacemos mucho énfasis en la consigna ‘no nos reconciliamos’, es irreconciliable esta postura de apoyo a aquellos que exterminaron a toda una generación, por más que eso involucre una filiación directa con aquellos que fueron la mano ejecutora” de aquel terrorismo de Estado.

Indicó que “nos llevó un recorrido de muchos años estar en esta instancia, un recorrido emocional y un recorrido político también”.

Bibiana Reibaldi recordó que el colectivo de “Historias desobedientes” recién cumple un año, la marcha contra el 2 x 1 fue la que permitió que se encontraran familiares directos de los genocidas que venían cargando solos, separados, esa mochila de la vergüenza de tener una relación filial con quien mató, con quien cometió atrocidades, con quien fue parte de un plan de extermino, aquí y en Latinoamérica. Explicitó que luego de la marcha, y a partir de una nota que le hacen a una hija de un genocida que precisamente marchó contra la impunidad que se quería instrumentar, a través de las redes sociales se pudieron contactar.

Dijo que ahora estas ‘historias desobedientes’, pueden “vehiculizalas positivamente, para bien, para construir, para transformar”, reivindicando que sin los juicios contra los crímenes de lesa humanidad “muchas compañeras no se hubieran enterado de su propis historia, de dónde venimos”.

Expresó que en su caso sabía de dónde venía, siempre lo supo, pero en otros, por el mandato de silencio en las familias de los genocidas de no hablar de los operativos de terror, los centros clandestinos, los vuelos de la muerte, etc., paralelo al pacto de silencio entre los represores de las fuerzas, recién con los juicios se enteraron de quiénes eran sus padres, hermanos  o abuelos.

Aseveró que aquellos negacionistas que “hablan de la historia de los dos demonios o de contar la historia completa, bueno, les decimos, vamos  a completar la historia entre todos, nosotros tenemos mucho para decir además de los testimonios en los juicios”.

Delgadillo explicó que  cuando hablan de la “pesada mochila”, aluden a ese mandato casi bíblico que les echaban en cara, ‘cómo vas a repudir a tu padre o a tu madre, a quien te dio de comer, te vistió, te cuidó’. Dijo en ese sentido que “esto trasciende lo filial, muestra algo que va más allá de querer o no querer al padre, al contrario, es el amor lo que nos mueve también, amor a la verdad, amor a la justicia, amor a la memoria, amor a la historia, a que las cosas trasciendan a nosotras, nosotros somos apenas un vehículo, la sociedad tiene que saber”.

Mencionó, como Reibaldi, que “pensé que estábamos solas, medias locas por plantear estas cosas en la familia”, señalando que aunque incluso en los mandamientos está primero el ‘honraras a tu padre y a tu madre’  que ‘el no matarás’, lo primero es el ‘no matarás’. “Rompíamos con la tradición, con el patriarcado, estábamos desobedeciendo al padre, pero era la única posición ética frente al horror, no hay vuelta atrás, aunque tenga un costo”, enfatizó.

Explicó que antes de la verdad pasaron primero por creer la historia oficial, la teoría de los dos demonios, pero “cuando tomamos contacto con la realidad, nos puso enfrente una decisión de vida, interprelar a nuestro padre, ‘cómo pudiste hacer eso, cómo fue posible llevar a toda esa gente de su casa, cómo fue posible que pudieras torturar, matar, hacer eso’, para mí fue intolerable, y eso nos trajo muchos trastornos como a muchas de nuestras compañeras”.

Enfatizó que todo esto fue posible por los que vinieron empujando por la verdad en cuarenta años, por los juicios, por las Madres, por las Abuelas, “todo eso nos dio la posibilidad de estar acá”, y a “impuslar a aquellos que, con la misma situación, todavía no tomaron una postura”..

Reibaldi explicó que impulsaron una modificatoria a la ley procesal penal para poder dar testimonio en los juicios por la verdad, ya que si bien, por el mandato de silencio en las familias en general no saben dónde están los nietos, dónde están las fosas, etc., tienen para aportar, para avanzar en esto de una historia completa.

Delgadillo concluyó “el silencio no es salud, el silencio enferma, no hay que guardar secretos, eso termina siendo contraproducente, hay que sacar las mordazas”. (APP)