Las Madres de la Plaza, lucha y reconocimiento, también en Viedma/Por Carlos Espinosa

Viedma.- (APP) Se cumplen 45 años de la primera ronda de las Madres de la Plaza de Mayo, cuando en aquel 30 de abril de 1977, en plena dictadura militar y cívico eclesiástica, dieron el primer grito público para denunciar los secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones de sus hijos. La fecha se recuerda en todo el país, también en la comarca y particularmente en Viedma, en la plaza San Martín.

Ese emblemático sitio del centro político y administrativo de la capital de Río Negro recibió la primera visita de las Madres el 22 de mayo de 1986, pocas semanas después que el entonces presidente Raúl Alfonsín anunciara su proyecto de traslado de la capital federal a este rincón patagónico. Eran tiempos de aparente bienestar social y economía supuestamente estabilizada, en el marco del Plan Austral que el gobierno había puesto en marcha un año antes.

El juicio de la Cámara Nacional Federal del Crimen de la ciudad de Buenos Aires contra las cúpulas de las juntas militares de la dictadura genocida había culminado el 9 de diciembre de 1985, y el presidente Alfonsín –con el respaldo de la Unión Cívica Radical en el gobierno nacional- planificaba la ley de “punto final” que establecía la caducidad de todas las acciones penales contra secuestradores, torturadores asesinos –ya fuesen militares o civiles- que hubiesen actuado durante el lapso 1976-1983. Esta norma jurídica sería promulgada el 24 de diciembre de 1986 como aporte a “la paz de las Navidades”.

En ese clima se produjo el arribo de una delegación de las Madres de Plaza de Mayo,  encabezados por Hebe de Bonafini.

De la amplia crónica publicada en el quincenario La Calle el 1 de junio de 1986 (ver foto) se extraen seguidamente detalles de aquella memorable visita, de un comunicado de la entidad y declaraciones de Hebe, ante medios de comunicación viedmenses.

Las Madres viajaron desde Buenos Aires en un ómnibus contratado y arribaron a Viedma el jueves 22 a media mañana; cerca del mediodía fueron recibidas en la Catedral por el obispo Miguel Esteban Hesayne, asistieron al programa del obispado en LU 15 radio Viedma conducido por el párroco Juan Ángel Dieuzeide, repusieron fuerzas con un refrigerio en la sede eclesiástica; y a las 15,30 –en punto- iniciaron la ronda en la plaza San Martín. Esa tarde se pintaron por primera vez los contornos de los pañuelos que identifican a las Madres, los mismos que han sido repintados el pasado 30 de abril.

La prensa local, que recibió a las Madres con interés y afecto, tuvo acceso a un documento  de tono crítico hacia las principales banderas que en esa época enarbolaba el alfonsinismo: traslado de la Capital Federal, modernización del Estado, creación de una Segunda República, y punto final para los crímenes de la dictadura.

Estos son fragmentos de ese comunicado de las Madres de Plaza de Mayo, el 22 de mayo de 1986.

  “Las Madres que estamos hoy en esta plaza somos, sin duda, las destinatarias del punto final  que necesita el gobierno para dar por terminada esta primera república trágica. Se manejan utópicas creaciones para una nueva república, sin problemas, sin pesares, sin culpas.

Los sueños de una nueva y mágica Nación están acunados por cantos de sirenas atlánticas, que prometen hacer realidad las esperanzas de un pueblo exhausto y maltrecho. Las Madres, que venimos de una monstruosa realidad en la que los sueños no son medios para llegar a la Justicia, sentimos la necesidad de estar presentes en esta proyectada capital de la Argentina para gritar con fuerza que nada ni nadie, ni el tiempo ni la magia, podrán silenciar nuestro reclamo.”

Después de otras consideraciones el documento finalizaba así:

“Aquí el Gobierno intenta cerrar una herida, pero acá como en Buenos Aires, Capital de la República Argentina, la herida permanecerá abierta hasta que, sin mentiras, con toda la altura que se merece el pueblo, se haga Justicia. Madres desde La Quiaca a Tierra del Fuego estaremos presentes en todo el país, junto a los hijos y enfrentando a los hombres que no quieren ver que un país se hace con Justicia y Libertad”.

Hebe de Bonafini concedió varias entrevistas durante la emotiva jornada. Se refirió, entre otros puntos que eran de candente actualidad, a la entrevista que les concedió el obispo Hesayne. Dijo, al respecto que “la entrevista fue para nosotros muy importante, porque es la primera vez que un grupo de más de 50 madres es recibido por un obispo en una Catedral donde no solo sentimos que estaban abiertas las puertas del templo sino también las puertas del corazón del obispo. (…) Yo le dije, señor Obispo, para las madres en este momento la palabra reconciliación en una mala palabra y él nos explicó a qué clase de reconciliación se refería: a la reconciliación con reconocimiento de la culpa y con la cárcel para los responsables.”

Sobre el tema del proyecto de traslado afirmó Hebe aquel día que: “esta decisión de venir a Viedma, próxima capital de nuestra República, la tomamos hace pocos días para mostrarle al pueblo y sobre todo al gobierno que no habrá distancia por más larga que sea para las Madres de Plaza de Mayo para venir a reclamar a los gobernantes y a los poderes la aparición con vida de nuestros hijos y cárcel para los genocidas”.

Para este cronista aquella jornada dejó como saldo el registro de momentos muy fuertes. Poco después de la recuperación de la democracia había acompañado, un jueves en Buenos Aires, la ronda de las Madres en Plaza de Mayo. Pero tenerlas aquí, en esta plaza nuestra donde habíamos repudiado a la dictadura y festejado el regreso de las instituciones republicanas, era sencillamente muy emotivo.

Escribí, para la página 13 de esa edición de La Calle, un recuadro que titulé “Por un camino sin retorno”.

Decía, entre otras cosas que “Una vez más –como todas las semanas desde hace nueve años-(1986) la presencia de las Madres se constituyó en un símbolo: el de la dura intransigencia ante la muerte. Ellas dicen, simplemente, ‘no a la muerte, sí a la vida’. Por eso su reclamo de ‘aparición con vida’ aunque ninguna pueda todavía imaginar que su hijo o hija tuvo la fortuna de escapar de la tortura y el campo de concentración y exterminio. Como aquella Antígona de Jean Anouilh ellas están aquí para decir no. Claro, han elegido un camino sin retorno, sobre todo porque hoy en día (mayo de 1986) después de dos años y medio de gobierno democrático sus interrogantes siguen sin ser respondidos y cada tanto, desde ciertos despachos oficiales se lanzan desagradables ideas acerca de puntos finales”.

Agregaba después que era “un camino plagado de incomprensión el de Hebe y sus seguidoras fieles, porque ellas fueron auténticas pioneras en esto de plantarse frente a la dictadura levantado el dedo acusador; cuando muchos demócratas de hoy (1986) usufructuaban cómodos cargos de complicidad con el régimen y otros –por cierto los más de nosotros- todavía no habían empezado a rebelarse ante la ignominia y la barbarie militar. Y son muchos de aquellos los que hoy las critican duramente, les aplican calificaciones vinculantes con el fantasma del extremismo, y dudan de su vocación democrática”.

Transcurrieron 36 años de aquella primera visita de Hebe y las Madres de Plaza de Mayo a Viedma. Las circunstancias que rodean a su permanente batallar tuvieron una variante sustantiva a partir de dos de septiembre de 2003 cuando el presidente Néstor Kirchner promulgó la ley 25.779 que anuló los regímenes de Punto Final  y Obediencia Debida (presidencia de Alfonsín) y se abrieron los procesos por crímenes imprescriptibles de lesa humanidad, que todavía se están realizando.

El proyecto de traslado de la Capital se diluyó en el mar de las propias contradicciones de un gobierno que no supo –o finalmente no quiso- hacerle frente a las críticas y adversidades de su realización.

Pero el reclamo intransigente de las Madres de Plaza de Mayo, ese “decir no” ejemplar y valiente, ese reclamo de Justicia y Castigo hasta las últimas consecuencias,  se mantiene vigente y debe ser honrado con el reconocimiento y solidaridad de todos los ciudadanos argentinos que amamos la Paz y la Libertad. Y en Viedma tenemos la plaza San Martín como sitio de permanente encuentro en torno a los pañuelos blancos pintados, que también nos recuerdan aquellos días en que nuestras ciudades hermanas estaban inmersas en el confuso tránsito hacia un futuro incierto. (APP)