Leleque era un condado, segunda parte/Por Liliana Verbeke

Viedma.- (APP) Regía en éstos establecimientos un cambio de nombre, tanto para el gerente general como para otros y una vez que se le otorgaba un nombre no podía ser cambiado mientras durase su permanencia en la Compañía. Por ejemplo el Gerente General Charlie Williams Mackinnon pasó a llamarse “Don Guillermo” y así sucesivamente.

En la década del ’80, trabajando en Pilcaniyeu conocí a Don Carlos Mc Williams, gerente de Pilcañeu y a su esposa Mrs. Elizabeth. Solían visitar el albergue escolar al inicio del año lectivo, reparando la señora en los trabajos manuales de los niños; muchos de los internos eran hijos de peones o puesteros que vivían en el interior de la estancia en Las Bayas, Pichileufu, Cerro Alto etc., con el tiempo hago ésa reflexión…

Recuerdo haber visto muchas veces al Chasqui de Pilca Ñeu en las oficinas del correo local con su importante bolsa o saca despachando y recibiendo correspondencia, mucha en inglés con sus atractivos sellos postales o estampillas.

Esta suerte de variados códigos como la forma de identificarse entre sí (cambiándose el nombre), de comunicarse y socializar, de mantener costumbres y tradiciones y el estar durante años en relación de dependencia con la Compañía, para muchos sin darse cuenta quizás, era algo así como pertenecer a un verdadero Condado.

Así como en el primer auto que hubo en Maquinchao por ejemplo, fue de un gerente de la estancia; la vaca para el tradicional asado popular del 25 de Mayo la obsequiaba la estancia y desde la juventud de mi padre y tías/os y mi escolaridad primaria, muchos vecinos del pueblo y la zona eran invitados a las fiestas de la estancia o los cumpleaños de nuestros compañeros de escuela, y a nosotros todo nos parecía novedoso…

Siempre a la altura de las circunstancias, poco antes de ser vendida a familias argentinas, una noche de Carnaval todos los miembros del personal jerárquico de la Estancia Maquinchao, si podemos decir así, llegaron al baile del pueblo totalmente disfrazados, lo que causo grata sorpresa en la concurrencia. Al igual que cuando la esposa del gerente Don Juan Ghof servía a sus invitados el tradicional budín encendido, previamente rociado con Ron y con las luces del comedor apagadas.

Como no podía ser de otra manera tenían su equipo de futbol propio… papá recordaba un partido “fuerte” entre los del pueblo y el equipo de la estancia. Había que hacer un recambio, el Director Técnico, que era el gerente, acude de inmediato al banco de suplentes, y ordena a un peón  “A ver Charles, ¡ponerse los pantalones!” éste lo hace rápidamente, calzando los cortos blancos sobre las bombachas camperas que vestía y,  causando la risa general, sigue el partido…

Tanto en Leleque como en los otros cascos había un herrero con su ayudante, chofer, el ejército de personal doméstico formado por   cocineras, planchadoras, jardinero y un quintero. En la época de invierno en Leleque se hacían jardines en invernáculos y la huerta, se habían plantado algunos árboles frutales pues no llegaban frutas ni verduras en los años ’50 o ’60.

Todo el personal de las estancias vivía allí en el sitio, ya que se les proveía de víveres además del sueldo que se pagaba puntualmente, lo que evitaba la salida al pueblo. Sin embargo, muchas veces las mujeres iban de Leleque a Esquel “a gastar” decían, lo que habían ganado planchando… El lechero tenía un cuarto exclusivo para sus enseres y tareas, que consistían en por ejemplo, separar la crema durante la noche. Prolijas pilas de leña, cuartos especiales para guardar vajilla y blanca mantelería, y latas llenas de huevos que aguardaban tiempos de escasez.

En Leleque, y en casi todo el enclave el personal de servicio doméstico lucía puntilloso uniforme, azul a lunares para limpieza con delantal blanco, también uniforme negro y llegado el caso guantes para servir la mesa y así mujeres y varones, jardineros, mozos por ejemplo, niños incluidos, fueron hechos en cierta forma a las costumbres de los ingleses por las señoras de los gerentes.

A su llegada a la zona, Don Charlie Mackinnon fue gerente de la estancia El Maitén. Se dio la tarea de idear una represa baja en lo alto del valle que se extendía por 5 kilómetros hasta el casco y permitió regar las plantaciones de alfalfa, la huerta, el césped, etc.

En el caso de Pilca Ñeu, la casa del casco era imponente, allí residía exclusivamente la administración  a cargo del Gerente General, en principio Don Mauricio.

La organización estaba fundada en el principio de autoridad: la autoridad máxima era el Director General, que se relacionaba directamente con Londres. Seguido por El Directorio, luego el Gerente General, el Gerente, los Mayordomos, los Ayudantes de Campo, Capataces, Peones, etc.

Se cuenta que en el año 1926, ante el anuncio de la visita del Príncipe Eduardo y la posibilidad de alojarse allí, los gastos en arreglos fueron exuberantes. Cruzaba el ferrocarril (que era inglés) por el medio de la estancia, y el personal esperó al Príncipe sin suerte, dado que en ese trayecto dormía y los atendió un edecán. Luego sí, el Príncipe Jorge se alojó dos o tres días en el lugar.

La estancia Leleque ya tenía ovejas Merino australiano, y su cabaña era la más importante de Sudamérica. En 1920 contaba con 60 mil cabezas de ovinos, 4 mil cabezas de ganado Hereford, y mil caballos, incluyendo yeguas, padrillos y caballos de montar; la raza Corriedale es la que mejor soporta los fríos patagónicos.

Muchos, o la mayoría del personal de servicio en todos los cascos eran lugareños que sabían manejar como nadie el horno de barro, los fuegos, el preparado de la carne y el amasijo del pan, el mantenimiento de las calderas a leña para calefaccionar la casa y el agua corriente(todas las casas tenían los servicios modernos para entonces). Muchos hombres convertidos con el tiempo en expertos viveristas unos y otros aprendiendo las técnicas de ordeñe y la “cruza de carneros”  o  inseminación también.

Como menciono anteriormente, todo el personal superior hasta mayordomo se manejaba en inglés y en inglés se redactaban los informes de producción y estados contables, cada empleado recibía su salario, aportes correspondientes, vivienda y alimentos, recibiendo los puesteros  todo lo necesario para vivir dado que se encontraban alejados en la gran extensión, dados al cuidado de los animales en los diferentes cuadros.

En épocas de comparsas de esquila (al principio hacían el trabajo los mismos peones en los galpones preparados para tal fin, luego ya no) los empleados no podían beber; no se vendían bebidas alcohólicas. Cuentan los lugareños que los mercachifles tenían la entrada prohibida para evitar que le vendieran bebidas alcohólicas al personal.

Hileras de álamos de Lombardía intentaban sujetar los fuertes vientos que azotaban el hábitat de por lo menos veinte familias que poblaban el casco. Un alambrado separaba la estancia de la reserva Cushamen, sauces llorones a la vera del arroyo Leleque daban marco al típico cuadro inglés de techo de tejas rojas, vigas verdes contrastando con el blanco de las paredes y cercos de madera que rodeaban las casas y jardines.

En 1991 estas tierras fueron adquiridas por la firma  Benetton sumando  355.760 hectáreas en total, manejadas desde Leleque donde está el casco principal, se denominan Compañía de Tierras Sudargentino S.A. e incluye las secciones de Pilcañeu en Río Negro, Leleque y El Maitén en Chubut, a su vez Leleque esta subdividida entre Montoso y Leleque.

El objetivo principal sigue siendo la lana, materia prima que tras la esquila es lavada en la ciudad de Trelew y gran parte de ella es exportada para producir las prendas de la firma.

En la actualidad funciona un Museo en Leleque, visitado por el Turismo Internacional que abre de martes a jueves (feriados y miércoles cerrado) de 11 a 17 hs. Es una colección donada por su dueño Don  Pablo Korchenewsky, que con la coordinación del antropólogo Rodolfo Casamiquela, se muestra  orientado a dar a conocer la cultura tehuelche, originaria de la Patagonia. (APP)