Mariano Moreno y su legado/Por Claudio García

Viedma.- (APP) Mariano Moreno fue secretario de la Primera Junta, abogado y periodista; director del primer periódico del Plata, la Gazeta de Buenos Ayres  y fundador de la Biblioteca Nacional. Fue expresión del ala más radical de la Revolución de Mayo. Un 4 de marzo de 1811 murió en alta mar, todo indica que asesinado.

Las revoluciones latinoamericanas del siglo XIX, más allá de sus particularidades, formaron parte del ciclo de revoluciones burguesas –la inglesa, la francesa, la norteamericana, etc.-. Y la revolución francesa particularmente permitió teorizar sobre las etapas que tienen estas grandes convulsiones que cambian radicalmente la historia. Etapas que en mayor o menor medida caracterizaron a todos estos procesos y que incluso se pueden encontrar en las revoluciones del siglo XX, como la rusa.

Hubo una primera etapa en que se divide la clase dirigente, que muchos denominan aristocrática, luego la etapa girondina, donde el ala más avanzada de la nobleza o de la aristocracia es sustituida por la más conservadora, la tercera etapa, la jacobina, es donde la pequeño burguesía radicaliza la revolución, defiende e impulsa sus logros, y utiliza sin dudar la violencia o el terror para combatir a la reacción interna y externa; finalmente, el cuarto período, es el llamado Thermidoriano, que termina con el ala más revolucionaria, mantiene los logros principales de la revolución pero frena una profundización más afín a los intereses de una democracia de masas. Nosotros también tuvimos nuestros jacobinos y allí brillan las figuras de Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo, entre otros.

De Moreno se ha escrito mucho, con polémicas y discrepancias entre los historiadores, más allá de la coincidencia que existe respecto a que encabezaba la elite más ilustrada y radicalizada. Está la contraposición con el ala más reaccionaria, la que encabezaba Saavedra. Y se suele señalar que Moreno representó en última instancia intereses afines a los británicos, contra la línea más hispana de Saavedra. Para los británicos la independencia de los países americanos –no la Patria Grande, sino una independencia lo más fragmentada posible- significaba la libertad de comercio y por ende la posibilidad de seguir expandiendo la economía imperial, colocando sus manufacturas. Algunos autores consideran a Moreno –también a Castelli y a Monteagudo- como protosarmientos o protoalberdis, los promotores del europeísmo, de un nuevo colonialismo, forjadores de un país productor de materias primas y dependiente del capital y las manufacturas fundamentalmente británicas.

Más allá del simplismo de estas caracterizaciones, las ideas de Moreno creo que esencialmente iban en otra dirección.

En principio fue un árbitro que representó los intereses contrapuestos de importadores y exportadores productores, entre los sectores económicos más ligados al mercado interno y los más ligados al internacional. Y es verdad que en su Plan de Operaciones planteaba respecto a Inglaterra “proteger su comercio, aminorarles los derechos, tolerarlos y preferirlos”.

Pero Moreno fue adecuando sus tesis a las necesidades de la revolución y terminó planteando posturas más proteccionistas. Así propuso: “Elevar cargos contra el Virrey Cisneros y las autoridades españolas por haber atentado contra el bienestar general al conceder franquicias de comercio libre con los ingleses, el que ha ocasionado quebrantos y perjuicios”.

Escribió en La Gaceta que: “El extranjero no viene a nuestro país a trabajar por nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse… miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas en medio del embelesamiento que les había producido los chiches y abalorios”.

José Pablo Feinmann -el escritor, filósofo e historiador fallecido recientemente- recordó hace unos años en un artículo en Página 12 algunas cuestiones claves de su Plan de Operaciones: “Centralización de la economía en la esfera estatal, confiscaciones de las grandes fortunas, nacionalización de las minas, trabas a las importaciones suntuarias, control estatal sobre el crédito y las divisas, explotación por el Estado de la riqueza minera”.

También: “Se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del Estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que, siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que debe evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan”.

Sin dudas los ecos de este Moreno siguen vigentes. Fue derrotado políticamente y asesinado en alta mar, e igual destino en mayor o menor medida tuvieron otros representantes del ala más revolucionaria de la revolución de mayo –como le ha sucedido a casi todos los jacobinos-, pero muchos de los objetivos económicos planteados por Moreno están ahí como una guía de lo que todavía hay que hacer. En nuestra historia hay flujos y reflujos y a veces, con otras protagonistas Moreno resurge, lo que significa enfrentarse a fuertes intereses. Un ejemplo se dio años atrás cuando los sectores concentrados de la renta del país hicieron tambalear al gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner que se atrevió a capturar parte de sus ingresos para redistribuirlos al conjunto.

Mariano Moreno murió en alta mar cuando viajaba en el buque inglés Fame con destino a Londres en misión diplomática. Se sospechó desde entonces que los conservadores de Buenos Aires ordenaron su envenenamiento. Uno de los indicios fue que su esposa Guadalupe había recibido un abanico de luto, guantes negros y un velo apenas Moreno partió. El propio Mariano le comentó a sus allegados que:  “Algo funesto me espera en este viaje”. Y el tercer elemento es que la junta liderada por Saavedra había firmado un contrato con un tal Mr. Curtis, encargándole una misión idéntica a la del propio Moreno en relación a la misión para la compra de armas, en caso de “fallecimiento” de éste. (APP)