Se cumple el 40 aniversario de aquella primera fiesta de la Soberanía, en marzo de 1981/Por Carlos Espinosa

Viedma.- (APP) Esta crónica tiene por objeto conmemorar el 40° aniversario de la primera Fiesta de la Soberanía y la Tradición, que en marzo de 1981 inició un ciclo de continuidad, con variación de nombres, organizadores y locaciones, sólo interrumpido en este presente año 2021 por imperio de las desfavorables condiciones sanitarias.

No es casual que se haya elegido la imagen de doña Cata Villarino de Olivera para ilustrar la nota. Esta criolla, cien por ciento patagonesa, que durante 28 ediciones consecutivas encabezó de a caballo el tradicional paseo criollo por las calles céntricas de Carmen de Patagones, representaba el testimonio gaucho de homenaje a los valientes defensores del puerto y población ante el intento invasivo de tropas de Brasil.

El repetido gesto de doña Cata, muchos años acompañada por su esposo  -don Pablo Olivera- y  después por su nieto José Amilcar Alfaro y otros   miembros de la agrupación criolla que lleva su nombre, fue también una muestra cabal y sincera de empatía y cariño con su pueblo; en la reivindicación de aquel episodio de coraje puro que lamentablemente no ocupa el espacio merecido en la historiografía nacional.

Doña Cata, que era una mujer joven y bien campera cuando hacia fines de la década de los 40 inició el hábito de llegarse montada hasta el Cerro de la Caballada en cada 7 de marzo, con el grupo de gauchos denominado Los Patriotas, no pedía ninguna recompensa material por su participación en los paseos criollo. Le bastaba con los aplausos, el reconocimiento formal de las autoridades, las entrevistas en los medios de comunicación (que le encantaban, por cierto) y alguna que otra ayuda para “estar con las mejores pilchas para la ocasión”. Ella fue un símbolo claro de una fiesta que nació humilde y solidaria, armada con decoro pero sin lujos, modesta en su presentación y desarrollo, pero fuertemente arraigada en los sentimientos de la historia y la tradición. Doña Cata nos regaló su simpática estampa ecuestre durante muchos marzos, por última vez en el 2009, y dejó de suspirar por su amado Carmen de Patagones el 18 de julio de 2013, a los 93 años de edad.

Tal vez con ella se fue una buena parte de la esencia de la que fue la gran fiesta folclórica y cultural del sur bonaerense, el acontecimiento que sorprendía cada año, que nos hacía orgullosos de ser habitantes de esta comarca patagónica.

Volvamos al año 1981, para recordar un hecho muy importante, gestado con anterioridad pero materializado en aquel marzo.

Si es cierto que la personalidad de un pueblo se puede calificar mediante los gestos de sus habitantes es muy posible que la histórica  Carmen de Patagones reconozca altruismo y orgullo por su identidad, como dos valores simultáneos que la definen claramente.

En los primeros años de la década del setenta del siglo veinte lo que hoy es el elegante y cuidado Poblado Histórico de Carmen de Patagones era un conjunto desordenado de construcciones, muchas de ellas en estado ruinoso. Sobre la calle Mitre, en su esquina sin ochava con Comodoro Rivadavia, se mantenía en pie y buen estado general una casona levantada hacia 1820, antes de la heroica defensa ante los invasores imperiales.

Se sabía que sus propietarios –los hermanos Juan Antonio Rial y Dina Rial de Tuñón- eran personas de avanzada edad, que procuraban   darle a la propiedad heredada de sus antepasados un destino de utilidad comunitaria, preservándola en todos sus aspectos arquitectónicos.

En el transcurso de 1973 un grupo de vecinos empezó a madurar una idea. Había que reunir la suma que pedían los hermanos Rial, por otra parte muy inferior al valor real del inmueble, y después de concretada la compra donarlo a la Municipalidad, con el fin específico de convertirlo en sede de actividades culturales.

En abril de 1974 se efectuó la compra y la casa pasó a manos de las autoridades municipales. En la escritura quedaba en claro que “la construcción no podría ser demolida, sino restaurada y  habilitada como recuerdo de la vieja arquitectura maragata del siglo 19; que servirá como apoyo y aporte al Museo Histórico de Patagones y para la ampliación de la cultura, con fines de estudio”.

Durante varios años la casa permaneció cerrada, pero por impulso de María Cristina Casadei –directora de Cultura de la gestión del intendente Edgardo Goldaracena, en 1980- se efectuaron tareas de refacción. Las paredes de adobe se blanquearon, las aberturas se pintaron de verde, los viejos pisos se lustraron y las tejas “musleras” (esas moldeadas manualmente sobre el muslo del artesano) fueron reacomodadas en el centenario techo, sostenido por varas de guindo, atadas con tientos de cuero.

Llegó así el siete de marzo de 1981 (elección de fecha nada casual, por cierto) y se produjo la reapertura. Vicente Agostino y Jorge Gamero, el inolvidable dúo “Los Nocheros del Sur”, entonaron las estrofas de la zamba “7 de Marzo” y también estuvo, como invitada especial, Suma Paz.

Fue una jornada de fiesta y la propia Cristina Casadei la describió con palabras magnificas en una crónica de aquel entonces. “Casi no hay ceremonia inaugural. Así se acuerda para que las nuevas generaciones transiten sin protocolo cada ladrillo, cada adobe, cada ambiente”.  

También, aquel siete de marzo de hace 40 años fue un día excitante en toda la ciudad de Carmen de Patagones, porque se realizaba la primera edición de una fiesta popular que crecería en proporciones inimaginables y se continuaría en el tiempo hasta la llegada de la pandemia de coronavirus.

La iniciativa, que se concretó bajo el nombre de Primera Fiesta de la Soberanía y la Tradición los días siete y ocho de marzo de 1981, fermentó en un puñado de vecinos de ambas ciudades que un par de años antes habían resuelto fundar el Club Tradicionalista Fuerte del Carmen.

La flamante entidad, presidida por Juan Carlos Guerrieri, había organizado previamente la celebración del Día de la Tradición, del diez de noviembre de 1980; pero sus responsables (Francisco Hugo Suárez, Angel Hechenleitner, Alberto Temprano, Abel Mosquera, Roberto Mosquera, Luis Bond, Joaquín Maza, entre otros) creyeron que Patagones merecía darse un festejo importante en torno a la recordación del singular episodio histórico de 1827.

No fue fácil empezar, por cierto. Guerrieri y sus activos colaboradores –con pleno apoyo de las autoridades municipales- organizaron en pocos meses dos jornadas de fiesta con un esquema sencillo: el sábado por la tarde paseo criollo por el centro de la ciudad, a la noche espectáculo artístico en el salón del club Atenas; y el domingo gran jineteada en el campo hípico del club. Un modesto comienzo.

Para encabezar el desfile de jinetes fueron convocados Catalina Villarino de Olivera y su esposo, Pablo Olivera, que para entonces ya llevaban cuatro décadas de concurrencia regular -cada siete de marzo- en la marcha ecuestre al Cerro de la Caballada.

Esa noche el estadio del club Atenas estaba repleto. La enorme responsabilidad de abrir el espectáculo la tuvo Angel Hechenleitner y después la sucesión de excelentes números fue creciendo: el grupo de danzas Raimapu de General Roca, los payadores Carlos López Terra y Walter Mosegui (que habían animado el desfile de la tarde), Suma Paz, Alberto Merlo y Los Cantores de Quilla Huasi. Un elenco irrepetible.

El domingo, con un clima estival impecable, la fiesta criolla fue completa. Los hermanos Rubén y Roberto Rodríguez trajeron su famosa tropilla “La Flor del Pago” de Pigüé y una veintena de buenos jinetes demostraron su guapeza.

Al año siguiente, en marzo de 1982, se repitió el miso esquema de manera similar. Con el paseo criollo en la tarde del sábado, el festival artístico en el salón de Atenas por la noche, y el domingo la jineteada en el campo hípico del club.

En 1983 se agregó una noche de espectáculo musical con artistas locales, al aire libre y en las escalinatas del templo parroquial, enfrente de la plaza 7 de Marzo, y una velada con figuras de proyección nacional en el estadio cubierto del Deportivo Patagones (por entonces perteneciente a Emilio Mitre). En tanto el paseo criollo y la jineteada se mantenían en días y horarios ya acordados.

Para entonces los vendedores ambulantes genéricamente llamado llamados “pilcheros” se instalaban, ya desde mediados de la semana, en las veredas externas de la plaza central. Y hacia 1984 apareció el primer puesto de venta de choripanes y hamburguesas, administrado por la misma comisión del Club Tradicionalista, en la esquina de Comodoro Rivadavia y 7 de Marzo.

Ante el enorme interés de los artistas locales por presentarse en la creciente Fiesta de la Soberanía y de la Tradición se decidió, en la edición de 1985, organizar dos noches con artistas locales, los jueves y viernes, al aire libre en la plaza 7 de Marzo; mientras el espectáculo central iba en Emilio Mitre, en la noche del sábado y cobrando entrada.  Las actuaciones al aire libre tenían entrada libre, pero las asociaciones cooperadoras de las escuelas primarias se organizaban para instalar sillas (sacadas de las aulas, con autorización del Consejo Escolar), y percibían módicas sumas como colaboración solidaria. Un ejército de padres, con camionetas y camiones prestados, aparecía en la plaza alrededor de las 19 para bajar y ubicar las sillas; y después de las 24, apenas terminada la presentación artística, se repetía el operativo en sentido inverso.

En marzo de 1992 la novedad fue que los recitales al aire libre se extendieron entre el martes y el viernes, con la presentación de figuras consagradas como Cacho Tirao y Teresa Parodi, y un joven misionero que comenzaba a proyectarse como revelación del folclore litoraleño, llamado Chango Spasiuk. En la noche del sábado de esa edición el espectáculo se trasladó al estadio del club Jorge Newbery, con la actuación estelar de Horacio Guaraní.

Durante el año 1992 fue madurando en la comisión organizadora la idea de mudar a la Fiesta a la plaza Villarino, con la finalidad de montar un escenario más profesional, con iluminación y sonido adecuados, con más espacio para el público y una mejor instalación de los puestos de los pilcheros, cuya presencia en rededor de la plaza Siete de Marzo ya había levantado quejas de los vecinos.

En marzo de 1993 comenzó, entonces, la etapa de mayor crecimiento y expansión de la Fiesta. También vendrían la crisis del Club Fuerte del Carmen, el primer cambio de nombre y las inolvidables noches con más de 15 mil concurrentes al predio y lleno total del anfiteatro al aire libre con capacidad para 3.500 personas.

En 1994 por primera vez se levantó el cerco perimetral y se comenzó a cobrar el ingreso, y también a partir de ese año comenzó el crecimiento acelerado del sector comercial, con la aparición de locales de venta de ropa de todo tipo. El alquiler de espacio para estos puestos de mercadeo general significó para los organizadores un ingreso monetario importante, que ayudaba a sostener el alto costo de los espectáculos en materia de contratación de artistas, sonido, iluminación, transporte, seguridad y otros aspectos. Otra incorporación de fuerte importancia, desde 1994 en adelante, fue el rubro gastronómico, que empezó con una modesta parrillada montada con troncos y techo de paja, y alcanzó instalaciones de proporciones gigantes con una globa con capacidad para 200 comensales. En una de aquellas ediciones, hacia fines del siglo pasado, se calculaba que unas 5.000 personas concurrían, cada noche, sólo para disfrutar de buenos platos en algunas de las distintas alternativas ofrecidas. La oferta de entretenimiento también incluía un parque de juegos mecánicos para chicos y grandes. La plaza Villarino se transformaba durante una semana. Lamentablemente nunca se ejecutaron obras de infraestructura permanente para la Fiesta, como por caso instalaciones sanitarias. Se llamó a concurso de arquitectos para diseñar un escenario de grandes dimensiones, se conoció el dictamen y todo quedó en el olvido.

Hasta el año 1997 el equilibrio entre ingresos y egresos parecía sostenerse; pero después de la Fiesta de 1998 una serie de problemas financieros llevaron al Club Fuerte del Carmen a la compleja decisión de abandonar la organización. La municipalidad de Patagones, encabezada por el intendente Magdaleno Ramos, convocó a un grupo de vecinos y se conformó una nueva entidad responsable de la gran celebración, bajo la conducción de Jorge Bustos -director del Museo Histórico Emma Nozzi- y el folclorista Ángel Hechenleitner.

Sobrevino el cambio de denominación, como paso necesario para resolver cuestiones administrativas y se asumió formalmente el nombre de Fiesta del 7 de Marzo, como popularmente se la llamaba y sigue llamando.

Entre los años 1999 y 2008 la Fiesta explotó en todo sentido. Llegaron a Carmen de Patagones las principales figuras del canto popular, tanto en lo folclórico como en la canción melódica, el rock y la cumbia. La ciudad más austral del territorio bonaerense se instaló en el calendario nacional de Fiestas Populares, tenida en cuenta por los representantes de artistas que ya desde noviembre del año anterior hacían sus ofrecimientos, mencionada en la prensa nacional y regional, acompañada con singular entusiasmo por los medios radiales y televisivos locales, que instalaban sus cabinas de transmisión de exteriores durante todo el desarrollo de la Fiesta.

Una de las fuentes consultadas por este cronista estimó que, en aquellos años de esplendor, el presupuesto general de la Fiesta era de unos 400.000 dólares, que se sufragaban con entradas y alquiler de espacios comerciales. La asistencia del Estado se reducía al acompañamiento en materia de logística, infraestructura y mantenimiento externo del predio, pero las instalaciones lumínicas, servicios sanitarios y limpieza de las cuatro manzanas de la plaza era bajo exclusiva responsabilidad y costo de la comisión organizadora.

Desde su arranque, en 1981, la Fiesta gozó de la simpatía de los sucesivos intendentes. Magdaleno Ramos (1995-1999) acompañaba con gran entusiasmo toda su realización, con asistencia puntual en cada una de las noches, y llegó a implementar la simpática y cordial costumbre de invitar a su despacho a las principales figuras artísticas visitantes, para darles la bienvenida oficial a la ciudad. Ricardo Curetti (1999-2015) siguió de cerca las sucesivas transformaciones organizativas de los primeros años del nuevo siglo, y tomó la decisión de “municipalizar” la Fiesta, a partir de la edición del año 2009.

Para esa fecha ya se habían producido tres cambios en la conducción de la mega celebración. Rafael Serrati, quien fue durante un lapso director de Cultura de la Municipalidad, ejerció la presidencia de la comisión entre 2002 y 2004; y después estuvo al frente la periodista Rosana Vázquez, hasta el 2006. Hubo otra gestión, caracterizada por dirigentes vecinalistas, en los años 2007 y 2008, cerrando un ciclo no exento de descontento y críticas al funcionamiento.

En el 2009, bajo la directa organización del municipio, la Fiesta volvió a la plaza 7 de Marzo para su escenario central, ocupando diversos espacios del Poblado Histórico (Paseo San José de Mayo, calles Mitre y J.J. Biedma, parque Piedra Buena) con actividades simultáneas. En ese momento su nombre cambió por el de Fiesta de la Soberanía Patagónica. El gran sector comercial, que para esa época se había triplicado en relación con los comienzos, se instaló sobre la Costanera.

El marco de la tradicional plaza central de Patagones nuevamente resultó el más adecuado para las veladas con grandes figuras. Cientos de fotos, tomadas por los espectadores con sus celulares, inundaron las redes sociales con hermosas vistas del Templo Parroquial y sus majestuosas torres como decorado central de la Fiesta mayor del sur bonaerense.

Pero pronto arreciaron las críticas por los problemas para la circulación de vehículos, ruidos molestos y acumulación de residuos en las calles del casco viejo de Patagones, y después de cuatro ediciones (con algunas modificaciones parciales en la realización) el mismo intendente Curetti dispuso trasladar la Fiesta al complejo del Deportivo Patagones, sobre la avenida costanera.

En marzo del 2014 la renovada celebración se instaló en el Depo. El cambio de ubicación fue provechoso, porque por primera vez la Fiesta se alejaba lo suficiente de las viviendas particulares, evitando las molestias ya comentadas, que inexorablemente provocaban quejas y enojos de los vecinos. La distribución interna de los sectores artesanales y comerciales fue apropiada, y el visitante que no estaba interesado en los puestos de ropa podía evitarlos fácilmente. Hubo alguna molestia por la ubicación del escenario, en el interior de la cancha de fútbol, porque la platea popular quedaba muy alejada. Pero lo importante era que todos los múltiples aspectos de la Fiesta resultaban contenidos en un espacio cerrado, al que se accedía en forma libre y gratuita.

Naturalmente el club Deportivo Patagones percibía una renta por el alquiler de sus instalaciones. Para el Ejecutivo Municipal, encabezado desde diciembre de 2015 por José Luis Zara, ese monto se convertía en una dificultad, y por ello durante el año 2019 se estudió una nueva mudanza de la Fiesta. La idea había comenzado a circular por despachos municipales durante la gestión anterior.

Después de varias semanas de intensos preparativos (desmalezamiento y movimiento de suelos, instalación de alambrado olímpico separando el sector del escenario, construcción de una completa red de alumbrado) en marzo del 2020 la Fiesta de la Soberanía Patagónica, siempre bajo conducción municipal, alumbró una franja estrecha y larga de los terrenos ferroviarios, sobre la avenida Juan de la Piedra, desde la antigua estación de trenes hasta el cruce con la calle Buenos Aires.

El emplazamiento resultó angosto para darle lugar simétrico y ordenado a las muestras artesanales y los stands comerciales, junto con la oferta gastronómica; y además el escenario se encontraba muy alejado del epicentro del movimiento del público.  

La pandemia se interpuso y no se pudo trabajar para el mejoramiento de la infraestructura y organización con vistas a la edición 2021. Quedó la impresión de que la mudanza tuvo un cierto tono improvisado.

El balance de estos 40 años de historia propia de la Fiesta muestra brillos y oscuridades, con momentos memorables y de los otros. El desarrollo e importancia del sector del comercio multicolor de ropas y calzados de gran consumo popular parece haber sepultado el esmero puesto inicialmente en aspectos artísticos y culturales. La búsqueda frenética del resultado económico se impuso por sobre los objetivos planteados hace cuatro décadas, en torno a la exaltación del Combate de 7 de Marzo como parte esencial de la historia local, asociado a las ideas de la soberanía y la tradición.

En estas últimas ediciones la actividad comercial variopinta ha tenido más protagonismo que la evocación histórico cultural, a pesar de los esfuerzos del Museo Emma Nozzi, que ha instalado globas con proyecciones, maquetas y charlas con calificados disertantes. En marzo de 2020 la municipalidad gestionó con la empresa Tren Patagónico la instalación de un coche restaurante, en el andén de la estación, y la intención fue montar en su interior una muestra fotográfica y ofrecer alguna conferencia. Las limitaciones del espacio atentaron contra la idea, además ese vagón ferroviario estaba sitiado por las espaldas de los puestos comerciales, en un marco desprolijo y sucio.

En la opinión de este cronista merece otro tratamiento estético y aprovechamiento comunitario el espacio de la antigua estación ferroviaria, donde se cumplirá muy pronto el centenario de la terminación del tendido de los rieles y el arribo de la primera formación de prueba tirada por la locomotora La Maragata.

Usar ese predio para montar una mega feria comercial y gastronómica anual, con escasa producción artística y cultural, no es el mejor destino. La recuperación de los antiguos edificios debe realizarse con criterio de rescate patrimonial y sin cambiarles su diseño, como ya ocurrió lamentablemente al ponerle techo de chapas a la estación. A semejanza de lo realizado en varios puntos de la provincia de Buenos Aires (Sierra de la Ventana, por ejemplo) o como en el magnífico Museo Ferroviario de Temuco (Chile) se debe proyectar y construir un Parque Histórico Ferroviario que no merece ser invadido por una mega feria comercial y gastronómica.

Es una realidad incuestionable que ejerce gran atracción en los habitantes de las dos ciudades la presencia anual de los puestos de ropa y calzado, con marcas de dudosa procedencia y poco control fiscal en las operaciones de venta. Muchas veces hemos escuchado decir que “en casa ahorramos para ir a comprar a la Fiesta del 7 de Marzo, y allá vestimos a los chicos para la escuela y para todo el año”, es cierto. Pero no puede ser el eje central de una Fiesta de raíz histórica esta actividad comercial; que la municipalidad de Patagones debiera fiscalizar mejor para no facilitar la competencia desleal hacia las tiendas formalmente instalas en la ciudad.

Otros aspectos deben señalarse en esta apretada reseña sobre las cuatro décadas de la Fiesta de Patagones. El paseo criollo ha tenido momentos de enorme brillo, con la presencia de delegaciones de distintos puntos de las provincias de Buenos Aires, Río Negro, La Pampa y Chubut. El esfuerzo de los organizadores ha sido enorme, luchando contra limitaciones de todo tipo, pero las dificultades económicas y la falta de reciprocidad en la devolución de visitas (por la misma cuestión monetaria) ha mermado la aparición de los jinetes de calificadas agrupaciones de otras ciudades. El desfile de fuerzas de seguridad, clubes deportivos y entidades varias, que antecede al paso de las caballadas es otra marca distintiva, que reúne multitudes sobre la calle Comodoro Rivadavia.

La jineteada, que en los tiempos iniciales era responsabilidad del mismo Club Hípico y Tradicionalista Fuerte del Carmen, pasó a manos de otros gestionadores, variando también el escenario para su realización; pero la tradición se mantiene.

Hubiese sido ideal incluir en esta crónica la nómina de todos los artistas regionales y locales que han puesto su esfuerzo solidario, con ninguna o muy poca paga, en las tantas ediciones de la Fiesta. El escenario bien llamado Zacarías Herrero (homenaje a aquel trovador popular de hace más de cien años) bien supo de sus aportes de calidad y calidez, aunque no siempre recompensados con la cantidad de público que se merecían. Hubo rondas de preselección, en algunos años, que generaron una variada participación, con una buena cuota de entusiasmo. Vaya para todos ellos el justo reconocimiento.

Es posible, en cambio, dejar anotados los nombres de quienes, a lo largo de 40 años, han cumplido los roles de locutores-presentadores (antes se los llamaba “maestros de ceremonias”) en el escenario central, con la responsabilidad de anunciar a los artistas y hacer los comentarios adecuados al marco de la Fiesta. Todos los que se mencionan seguidamente son vecinos de la Comarca.

Este cronista tuvo a cargo esa labor, entre 1981 y 1995, acompañado por Clarita Ojeda en los tres últimos años de ese lapso; en 1996 hubo una conducción compartida por varios locutores, y desde 1997 en adelante el desfile de presentadores tuvo los siguientes nombres: Eduardo Reyes, Miguel Roa, Ricardo Carlovich, Jorge Vega (con glosas camperas), Javier Cambarieri, Mario Musarella,  Claudia Lucero, Iván Ponce, Romina Colombi, Gabriela Pereiro… (se piden disculpas por alguna omisión involuntaria).

Se debe añadir el nombre de una locutora profesional de los medios nacionales, Maia Sasovsky, conocida por su labor en Cosquín, que también participó en algunas Fiestas, sin aportar nada especialmente distinto.

Como se decía al principio: la imagen imborrable de doña Cata Villarino sigue siendo el ícono de la Fiesta del 7 de Marzo, la representación genuina del espíritu criollo, solidario y desinteresado, respetuoso de las tradiciones, con sentimiento nacional y popular, sencillo y afectuoso, sin especulaciones comerciales.

Las limitaciones sanitarias impuestas por la pandemia obligan a suspender la Fiesta, en este año que corresponde a su cuadragésimo aniversario histórico. Pensando en el 2022; no estaría bueno que la Municipalidad realizase una amplia convocatoria para analizar y repensar, perfeccionar y complementar, para que nuestra querida Fiesta no siga perdiendo esencia?  (APP).