“Silenciar la muerte” es un libro necesario/Por Carlos Espinosa 

 

Viedma.- (APP) Se trata de un libro inquietante, que no deja tranquilo al lector, que le obliga a intentar muchas respuestas y, finalmente, lo arroja en una cruel certidumbre. Es un libro necesario, sobre todo en este tiempo en el que –aún en plena crisis editorial- se llenan demasiadas páginas impresas con frivolidades. Desde el título interpela, y la foto de la tapa reclama compromiso, compromiso con esos valores tan esquivos en estos tiempos, como lo son la Verdad y la Justicia. Es un libro que debe perdurar en los estantes, como aporte a la imprescindible Memoria.

“Silenciar la muerte, crónica e investigación sobre la vida y asesinato de Rafael Nahuel” fue escrito por el periodista Santiago Rey, a lo largo de los doce meses siguientes a la muerte del joven militante mapuche, abatido por balas de Gendarmería Nacional en las afueras de San Carlos de Bariloche el 25 de noviembre de2017.

Rey, que dirige el diario digital “En estos días” editado desde Bariloche, se metió de lleno en el seguimiento del caso desde el primer minuto,  antes también porque ya el 13 de noviembre publicó una crónica sobre el acto de recuperación de tierras cercanas al Lago Mascardi por cuenta de la agrupación mapuche Lof  Lafquen Winkul Mapu, que fue el episodio que encendió la chispa de la feroz represión asesina.

El libro contiene la recopilación de todas las notas publicadas en el mencionado portal, desde aquella fecha y hasta el 24 de octubre último. Se trata de una feroz cronología, donde quedan claramente expuestas las circunstancias reales (lo que Rey puntualiza repetidamente como “el crimen de Estado contra Rafael Nahuel”) y todas las falsedades difundidas a través del ministerio de Seguridad de la Nación, con el propósito de desviar la atención del pueblo e instalar la hipótesis apócrifa del “ataque mapuche contra la Argentina”.

También se incluye el pormenorizado análisis de los momentos más graves de esta triste historia, como el capítulo “Antes” (pag. 44) sobre el operativo de desalojo de los militantes mapuches, en días previos a la muerte de Nahuel. El estilo de la crónica policial  desnuda gestos y crueldad, pone de relieve la fragilidad de los supuestos enemigos peligrosos contra los que el Estado debiera combatir.

Pero hay algo más en “Silenciar la muerte”. Hay un relato fragmentado en escenas o secuencias, al que Rey denomina “el tono uno”, que nos cuenta quien era Rafael Nahuel, nos introduce en situaciones de su vida cotidiana, en un fresco de enorme calidez, donde por ejemplo se narra el primer viaje a Buenos Aires, con el anecdotario propio del pibe mapuche que se queda boquiabierto enfrente del obelisco porteño.

Ese “tono uno” demandó una prolija investigación, la única efectuada con afecto por la verdad en torno a la figura , familia y amigos de Nahuel . El “tono dos”, la “parte fría, leguleya, archivesca” al decir del propio autor, denota el oficio del periodista, separando lo importante de lo complementario, yendo hacia el hueso de la noticia.

De alguna manera se puede afirmar que en “Silenciar la muerte” coexisten tres libros. Uno sobre la vida de Rafael Nahuel, otro sobre su asesinato (en el marco de las acciones judiciales y represivas), y finalmente el desarrollo temporal de los hechos, en perspectiva crítica.

La conclusión es única: Rafael fue asesinado por el Estado, como consecuencia imperiosa de una política de marginación y persecución de las expresiones de grupos de militancia indigenista que bregan por espacios de recuperación territorial, cultural, social y laboral.

El subfusil MP5 de Gendarmería que  disparó la bala homicida es, dolorosamente, descendiente del Remington de las tropas del Ejército comandadas por Villegas. La historia parece circular, y nos abisma.

En la introducción Santiago Rey cuenta un hecho significativo: un reproche recibido por parte de una persona presuntamente vinculada a la comunidad mapuche, y fija claramente su postura ante el caso. Vale transcribirlo en forma completa.

“Dejen de lucrar con nuestros muertos”, me escribió por facebook una joven, que intuyo mapuche, desde El Bolsón, el día que, por la red social, compartí la noticia de que había enviado el libro a la editorial. Al margen del destino  -que no contaré aquí- del dinero que pueda surgir de esta patriada que es en la Argentina de 2018 publicar  un libro sobre un mapuche asesinado por el Estado, aquella exigencia es una señal de lo vívido del reclamo de reconocimiento y obtención de derechos en una parte de la sociedad, desde hace más de un siglo silenciada.

Respeto esa rebeldía, más allá de la sospecha en que derive. Acepto que una primera lectura de la intención de publicar este libro pueda incluir ese prurito: es desigual la lucha que han emprendido quienes exigen la devolución territorial y la reconstrucción del mundo cultural que les fue arrebatado, que es lógico que entre los pliegues de esa puja puedan anidar estas discusiones”

Sigue Santiago Rey: “Visto de otro modo, un planteo así podría derivar en reclamar que los periodistas/escritores/historiadores dejen de facilitar con sus textos la preservación de la memoria. Equivalente a plantear que Gregorio Selser lucró con la historia de Sandino; o cuestionarle a Marx las regalías de la historia del golpe de Luis Bonaparte cristalizada en El 18 Brumario; y así millones de casos.

Los libros son parte de esas historias, y esas historias viven en los libros. El transcurso mismo de la historia tiene su reflejo en las palabras de quienes pretenden contarla.

En este caso,  impulsó la escritura de este libro la certeza de que el  crimen de Estado de Rafael Nahuel se encaminaba al silencio. Que el tema se diluiría entre discusiones sobre supuestos enfrentamientos, amenazas secesionistas en la Patagonia, y el desinterés atávico por la suerte de un pibe pobre, de un barrio pobre, de una ciudad de provincia”.

Tiene razón Rey, este libro era necesario. (APP)