Sobreviviente de la sangre derramada en la bandera argenta/Por Luciana Sabbatella*

Viedma.- (APP) Llegó lo más terrible para todos los argentinos, el contexto más gris y más rojo de la historia de la celeste y blanca. Gris por el miedo y rojo por la sangre derramada en nuestra bandera. En nombre de ella, nos gatillaron las almas y todos los corazones.

Fue un 24 de marzo de 1976 cuando lo malo se convertía en el terror de todos los ciudadanos y en la ciudad de Viedma se asomaban de a poco los rastros de los milicos, que iban a desgarrar los cuerpos que ellos querían y a exprimir las lágrimas de dolor de unas cuantas familias.

Ese día inició la dictadura cívico militar en Argentina y de acuerdo con la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, dejó saldados 30.000 desaparecidos y aproximadamente 500 bebés apropiados.

Los viedmenses que estudiaban en La Plata, en Bahía y en Buenos Aires, regresaban a sus hogares, a la capital rionegrina, porque ahí el contexto dictatorial se vivía más tranquilo y las persecuciones no eran tan agobiantes como lo eran en las ciudades más grandes.

1 de Julio, el peligro toca la puerta

Durante el golpe militar, no se permitía hacer ningún tipo de militancia. Era un contexto terrible, donde las inquietudes y las ilusiones de los jóvenes se mantenían latentes, sin desconocer el peligro que significaba para ellos y para su familia.

Absolutamente todo estaba prohibido y dejaron de funcionar todas las organizaciones colegiadas. Lamentablemente, todos los gobiernos representativos, provinciales y municipales, quedaron en manos de militares o de civiles que apoyaban plenamente la dictadura militar.

Nada estaba permitido, pero Oscar Meilán con 30 años de edad, continuaba allí con sus fuertes ganas de revolución. Él y sus amigos militabanen el peronismo de izquierda y representaban la JP, la Juventud Peronista.

Ellos se seguían reuniendo como amigos, como compañeros, sabiendo que era nada lo que se podía hacer. Muchos tenían la misma edad, estaban sus novias y sus compañeras. Se conocían de la escuela.

Continuamente, recibían noticias de compañeros que eran muertos, desaparecidos, secuestrados o incluso prisioneros. A pesar de ello, ellos seguían con sus locuras que eran sumamente peligrosas.

La locura descabellada llegó a sus mentes y se les ocurrió algo para reivindicar la militancia política. Era 1 de Julio de 1976, día del aniversario de la muerte de Perón.

—¡Algo tenemos que hacer! —exclamó un amigo de Oscar—. No puede ser que nadie haga nada, que nadie diga nada.

Entonces, se juntaron, con la metodología de la época e hicieron una panfleteada en Viedma y Patagones, con la Marina gobernando la provincia y los municipios. Salieron a la mañana temprano, sin miedo y en su recorrido tiraron un volantito que decía: “Pese a la traición de Isabel y a la prepotencia de los milicos, Perón vive en el corazón del pueblo”.

Hasta sus compañeros del resto del país los trataban de locos, pero sin preocupación alguna, ellos lo hicieron.

Vigilancia y persecución

El acto de locura de los pibes desembocó en un conflicto interno de la Marina que gobernaba la provincia y en el Ejército, donde la Marina se opuso. Desde allí las fuerzas empezaron con vigilancia y descubrieron quiénes habían sido los que organizaron la panfleteada. Así empezaron a caer uno por uno.

El primer muchacho que cayó era un chico de Bahía Blanca que no había participado con ellos, pero los conocía a todos, vendía libros y tenía una libretita con los nombres de todos, para cobrarles la cuota de los libros. Oscar estaba estudiando en la universidad y era uno de sus clientes. Luego detuvieron a un muchacho que estudiaba Educación Física, que era alumno de Meilán y que más tarde fue exiliado en España.

Así fueron secuestrando uno a uno. A algunos los agarraban de camino al trabajo y a otros en sus propias casas.

¿Dónde están? La verdad sigue secuestrada

El sistema del momento estaba siendo instalado poco a poco en Viedma. Entonces, establecieron un programa de secuestros de todos aquellos que ellos consideraban que podrían significar una oposición al gobierno de las fuerzas armadas.

Pero, Oscar sabía que lo estaban vigilando. El jefe de la federal iba casi todas las mañanas donde él trabajaba y lo veía. Nadie sabía qué iba a hacer en aquellos momentos. Si se escapaban, quedaban todas sus familias que iban a ser víctimas de lo mismo.

Oscar iba a un gimnasio de un amigo. A veces estaba en el sauna y se acercaba el jefe de la federal donde él se encontraba.

1ero de Diciembre: Secuestro de Oscar Meilán

Oscar y su señora, a la que apodaban “la Chiqui”, tenían dos hijos muy pequeños: Sebastián, que había nacido en 1974 y Guadalupe en 1975. No alcanzaban a llevarse un año. Meilán trabajaba en la Dirección de Vialidad de Río Negro y daba clases en los secundarios de Viedma y en el instituto de educación física. La Chiqui trabajaba en el Instituto de Planificación de la vivienda.

El primero de diciembre pasando la medianoche, luego de un cumpleaños, Oscar, su mujer y sus hijos, regresaban a su casa. Llegando, observaron que empezaron a pasar personas de un lado para otro, algunas con uniformes y armas largas.

—Volvé Oscar, tengo miedo —dijo la Chiqui asustada.

—Yo no puedo dar la vuelta acá, porque nos van a acribillar y estamos con los nenes —respondió Oscar—. No te hagas problema, deben ser los muchachos de la federal que andan vigilando.

Llegaron hasta su casita, pusieron el auto para entrar en la tranquera. Puso el babysit donde estaba su hija menor en el borde del auto y a Sebastián lo acostaron al lado del freno de mano. Ahí los hicieron bajar, los encapucharon enseguida con una bolsa de arpillera y de ahí los secuestraron.

Los subieron a la camioneta de la federal y en una de las curvas camino al aeropuerto los hicieron bajar y arrodillarse en la ruta.

—Despídanse porque los vamos a fusilar —gritaron los federales.

Amartillaron las armas y el mero instinto hizo que le pareja se tomara de la mano. Pero había sido una mentira que sólo aceleró increíblemente los pálpitos de sus corazones.

Luego los subieron a un Falcon y se los llevaron a un centro clandestino en Bahía Blanca.

El centro clandestino, el dolor y años desaparecido

A los 16 días del secuestro, a la Chiqui la liberaron y le pagaron el boleto de colectivo para regresar a la comarca. El colectivo la dejó en plaza Villarino de la ciudad de Patagones y en las condiciones en las que estaba, apenas podía caminar. Caminando, se caía, se arrastraba, se levantaba, caminaba. Llegó a su casa, golpeó y ahí salieron corriendo sus padres para rescatarla. Apenas logró reconocer a sus hijos.

Oscar seguía allí. Lo que hicieron con él, lo hacían con todos, porque era un plan sistemático e institucionalizado que estaba pensado de esa manera. Fue lo mismo que se hizo casi en los 500 campos de concentración que se hicieron a lo largo y a lo ancho del país.

Estando en el campo, él escuchaba todo con detalle y con el corazón acelerado que hacían derramarle sus lágrimas sobre los pómulos.Escuchaba a los compañeros, escuchaba el ruido de la patota cuando aparecían; cuando no le tocaba que lo torturaran a él, escuchaba las torturas de los demás. Estuvieron con personas que estaban vivas, que estaban con ellos ahí adentro y que después escuchaban en la radio que habían sido muertos en un enfrentamiento.

Él estuvo 47 días dentro del campo. Entró con 77 kilos y salió pesando 49 . Se apreciaba todo el sufrimiento en sus ojos, en sus heridas, en las pudriciones, en su pelo y en la nariz.

Después de allí, lo llevaron a la cárcel de Villa Floresta, que se encontraba en Bahía Blanca y ahí estuvo 6 meses. El 22 de agosto de 1977 lo trasladaron a Rawson en un avión de carga.

El 22 de agosto fue el día en que mataron a los presos en la cárcel de Trelew. Por la fecha, Oscar pensó que lo iban a tirar al mar. Pero no lo hicieron.

Libertad y espacio de memoria

Luego de 2 años y medio de estar prisionero, Oscar fue liberado.

Inmediatamente se puso a trabajar en la temática de derechos humanos, actividad que ya habían comenzado los padres y los familiares de los que estaban presos, en Viedma.

“Es importante sacar a la superficie lo que sucedió, y pelear entre todos por una seguridad democrática. Nunca las fuerzas armadas pueden recibir órdenes ilegitimas, ellas están para protegernos”, comentó Oscar Meilán en el diario Río Negro en el año 2013, tras recordar a las víctimas del terrorismo de Estado en Viedma, a 30 años de la recuperación de la democracia. (APP)

*Estudiante Licenciatura en Comunicación Social/Universidad Nacional de La Plata