Viedma.- (APP) El rescate de la figura y obra del arquitecto e ingeniero Francisco Salamone nos permite encontrar signos de un sorprendente pasado en la historia de la provincia de Buenos Aires, en correspondencia con una época singular y cuestionable de la vida política, económica y social de la Argentina.
Este cronista admira las obras de Salamone desde hace más de 25 años, y en distintas oportunidades ha podido visitar algunas de ellas, recopilando información en distintas fuentes. El interés por Salamome, desde el punto de vista arquitectónico , es motivo constante de publicaciones periodísticas, genera simposios académicos, y cada tanto se organizan giras de observación con muchos kilómetros de recorrido.
En la contratapa del interesante libro “Ruta Salamone”, de Ediciones Bonaerenses, 2023, se advierte que “entre 1936 y 1940 el ingeniero Francisco Salamone proyectó y construyó obras municipales en casi cuarenta localidades de la provincia de Buenos Aires. Sus plazas y edificios aún hoy resultan impactantes por su monumentalismo, pero también por la riqueza de sus diseños y por su extraña relación con el paisaje de la provincia. Una obra así de singular atrae tanto a curiosos y aficionados como a especialistas y desde su revalorización a fines de los años noventa, se convirtió en motivo de viaje para muchas personas”.
En el interior del volumen el arquitecto René Longoni –un experto estudioso de las obras de Salamone- opina que la importancia de número y dimensiones de su producción “hubiera bastado para reconocerle a este ingeniero una notable capacidad profesional o empresarial. Pero ocurre también que la originalidad y riqueza arquitectónica que exhiben muchos de estos proyectos -mayormente enrolados en la vanguardia modernizadora de su época- dan a su obra una dimensión excepcional”.
“Se trata de una arquitectura personal e irrepetible que hace uso de distintos movimientos –funcionalismo, futurismo, racionalismo, expresionismo, neocolonial- como medio de expresión de un temperamento, un vuelo y una sensibilidad particulares, y que dota de una suerte de ‘carnet de identidad’ a los pueblos receptores de sus trabajo” añade el especialista en Salamone.
El libro que se toma como referencia está dividido en cuatro capítulos, cada uno de ellos con autor propio, que funcionan como bitácoras de sendos viajes por regiones bonaerenses con las correspondientes visitas a las obras de Salamone allí ubicadas.
Florencia Di Paolo escribió sobre las “Rutas del sur” y describe edificios de Tornquist, Saldungaray, Coronel Pringles, Laprida y San Jorge. Sebastián Russo Bautista se internó en las “Rutas del Oeste” y se ocupó de obras de Pellegrini, Tres Lomas, Salliqueló, Guaminí, Villa Epecuén y Carhué. Alejandro Gómez Monzón recorrió las “Rutas del Norte” y visitó Juan Bautista Alberdi, Vedia, El Dorado, Leandro N. Alem y Alberti. En tanto Patricia Ratto transitó por las “Rutas del Centro” y estuvo en González Cháves, Chillar, Azul, Rauch, Miranda y La Verde.
Las notas están escritas con diversidad de estilos, pero tienen en común la agilidad de la crónica y el rigor del ensayo. Son frescos, entretenidos y por momentos humorísticos, y tal como propone el título general todo se lee como un “road book”.
Se complementan los escritos con numerosas imágenes fotográficas y un mapa de la Ruta Salamone, que se acompaña con una imagen gigante del impresionante portal del cementerio de la localidad de Saldungaray, cercana a Sierra de la Ventana.
El libro “Ruta Salamone” se puede consultar y solicitar en préstamo en la Biblioteca Pública Municipal de Carmen de Patagones, en Bown y Boulevard Arró.
La vida privada y pública de Francisco Salamone tiene las características propias del esfuerzo de los inmigrantes europeos arribados al país en los primeros años del siglo pasado. Su padre, Salvatore, era un arquitecto italiano que llega a la Argentina entre 1903 y 1904, con su esposa y sus cinco hijos; uno de ellos es la personalidad que nos ocupa.
La enciclopedia digital Wikipedia informa que el joven Francisco “decidió seguir los pasos de su padre en el oficio de la construcción e ingresó en el Colegio Otto Krause de Buenos Aires, donde se graduó con un título de maestro mayor de obras. Posteriormente inició estudios en la Universidad Nacional de La Plata, primero, y en la Universidad de Córdoba después. Dos años después, en 1920, egresó con los títulos de arquitecto e ingeniero civil. En 1919 obtuvo dos medallas como reconocimiento a sus diseños en exposiciones de Milán y Barcelona”.
“Los primeros trabajos de Salamone como arquitecto e ingeniero —viviendas particulares y construcciones menores— comenzaron en la década de 1920 en la provincia de Córdoba. Al mismo tiempo, incursionó brevemente en la política en 1923, perdiendo las elecciones internas de la Unión Cívica Radical para representar al Departamento Punilla en el senado provincial.”
No hay datos certeros de cómo se produce su vinculación con el gobernador bonaerense Manuel Fresco, elegido en los comicios fraudulentos de febrero de 1936, donde obtuvo un amplio triunfo el partido Conservador.
El presidente de la Nación era el general Agustín Pedro Justo, del mismo signo conservador y también surgido de elecciones manchadas por el fraude en 1932, como corolario del golpe cívico militar que, en setiembre de 1930, había derrocado a Hipólito Yrigoyen.
La situación económica del país era crítica, por factores internos consecuentes con la excesiva acumulación de riqueza por parte de las empresas de capital foráneo y sus socios vernáculos y de alguna forma, también, por la crisis financiera mundial. En ese marco Fresco dictó la ley de Bonos de Obra Pública que fue el instrumento para un plan de construcción de edificios municipales, mataderos, cementerios, plazas y otras obras de carácter público esparcidas por la geografía bonaerense. En ese plan se insertó Salamone dirigiendo y proyectando, junto a otros destacados arquitectos. Señala la Wikipedia que “la idea fue fomentar el crecimiento de los pequeños pueblos y ciudades del interior. Salamone llegó a construir más de 60 grandes obras en pocos años, y otras tantas obras menores”.
La obra de Salamone tuvo el claro objetivo de lograr una arquitectura para un Estado fuerte y presente en los momentos importantes de la vida de los bonaerenses. Su característica principal es el monumentalismo, estilo muy en boga en la década de 1930. La espectacularidad es un rasgo distintivo de sus construcciones, que llegaban a elevarse a unos treinta metros, en comparación con el entorno urbanístico que las rodeaba, que generalmente no superaba los cinco metros de altura. La arquitectura de Salamone nada tenía que ver con el contexto en que erigió sus edificios por lo que tuvo un fuerte impacto en el urbanismo provincial.
Su trabajo se caracterizó por tres tipos de construcciones principales: municipalidades, portales de cementerios y mataderos. También realizó plazas, pórticos, mobiliario urbano y de interior de los palacios municipales, veredas y luminarias para mantener la coherencia de su estilo monumental.
Se destacan los palacios municipales, cuyas características principales son el monumentalismo y las torres que simbolizan la avanzada de la civilización sobre la barbarie o el desierto. Sobresalen como originales y emblemáticos los Palacios Municipales de Carhué, Guaminí, Pellegrini, Rauch, Tornquist, Puán, Alberti, Laprida, Adolfo Gonzales Chaves, Vedia y Coronel Pringles. El Palacio Municipal de Carhué, su obra municipal más importante, fue inaugurado el 3 de diciembre de 1938, que combina tres estilos elegantemente: art decó, futurismo italiano y funcionalismo inspirado en la Escuela de la Bauhaus, fue declarado “Monumento Arquitectónico Municipal”.
Los cementerios se caracterizan también por su monumentalidad y enormes portales que simbolizan el cuerpo humano reintegrándose a la tierra. Suelen ser obras integrales y no solo pórticos. Son especialmente impactantes los que edificó en las ciudades de Azul (cementerio de Azul), con el Arcángel San Gabriel representado como un gran Ángel de la Muerte custodiando la entrada y la gigantesca sigla RIP realizados en cemento, y Saldungaray, donde aparece solamente la cabeza del Cristo crucificado en un frente circular, obra del calificado artista plástico Osvaldo Chierico; y el que realizó para la localidad de Laprida, una enorme cruz, con un cristo de cuerpo entero, que es la segunda obra religiosa más alta de Sudamérica, después del Cristo redentor de Río de Janeiro, Brasil.
Los mataderos fueron obras funcionales en su representación arquitectónica. Uno de los principales exponentes es el de Coronel Pringles, cuya torre simboliza la hoja de una cuchilla, y también es sorprendente el de Carhué, que está ubicado sobre la costa del lago salado Epecuén .
Sigue informando la Wikipedia que “luego de muchos años, la obra del arquitecto Salamone está siendo reconsiderada, valorizada y citada por parte de la prensa especializada, estudios de arquitectura, urbanismo e ingeniería. También varias muestras de fotografía se encuentran ocupadas en preservar su labor. Ello lleva a que los municipios aprecien nuevamente su trabajo lo que invita a que en plan turístico la gente se acerque a conocerlo. En 2001 sus trabajos fueron declarados por el estado como «Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires» y en 2014 muchas de sus obras se clasificaron como «Monumentos Históricos Nacionales» y «Bienes de Interés Histórico y Artístico Nacionales».
En la página de Facebook “Buscando a Salamone”, que se recomienda especialmente, se encuentra esta acertada interpretación sobre la idea de desarrollo del Estado que alentó el plan de obras de Fresco y Salamone.
“En 1930, el “dejar hacer, dejar pasar” del Estado liberal recibió todas las culpas por todos los males que ocasionó la depresión mundial del 29, provocando como reacción, el surgimiento en los países centrales del “Estado Interventor”, sin consideración del signo político de sus gobiernos. Fue así que, siguiendo las recetas del “keynesianismo”, que abogaba por la utilización de los trabajos públicos en la reducción del desempleo aún a costa de probables déficit presupuestarios, en EE.UU, el presidente Roosevelt llevó adelante su exitoso “new deal”, Stalin inició con su “Gosplan” una serie de planes quinquenales, la Italia de Mussolini lo llamará la “Bonifica Integrale” y Hitler, el “Reichtellefur Raunmordnung”. En Brasil, Getulio Vargas creó el “Estado Novo” y en Argentina, la intervención del Estado en las relaciones socioeconómicas de la población y las fuertes inversiones en obra pública, fueron llevadas a cabo por Agustín P. Justo (1932 – 1938) y la “concordancia” de partidos que lo apoyaba: conservadores, radicales antipersonalistas y socialistas independientes.
En el “new deal justista” convivieron regresivas políticas, como el fraude electoral, la educación confesional o el sometimiento a los intereses británicos, con otras más progresivas, como la creación de organismos de protección e intervención económica, el desarrollo de industrias de sustitución, previsión laboral y una enérgica inversión en obras de infraestructura y equipamiento que incluyó a la salud y la educación públicas en forma apreciable.
Contraria a una planificación centralizada, la obra pública del justismo consideró a los intereses y particularidades provinciales y sin renunciar a sus propios proyectos, admitió y colaboró financiando los planes que promovía el interior, con un saludable espíritu federalista. Si bien diques y caminos ocuparon un lugar prioritario en los planes provinciales, no le fueron en saga la construcción de escuelas y diversos equipamientos sanitarios, que atendían a nuevas teorías de atención de la salud y la higiene públicas, incorporando programas que resultaban novedosos para gran parte del interior nacional, como mercados, mataderos, nichos en los cementerios, plazas para ejercicios físicos y gimnasios cerrados, sin olvidar a la vivienda obrera y el incipiente crecimiento del turismo.
Los años entre 1930 – 1943, estigmatizados aún hoy como la “década infame”, fueron un tiempo complejo en que los gobiernos vacilaban, siguiendo a Romero, entre la “regeneración nacional” y la “restauración constitucional”.
El crítico e historiador Federico Ortiz definió a esta década como “la menos infame para la arquitectura” en vista del volumen, extensión y calidad de la obra arquitectónica realizada, tanto pública como privada. Reconociendo a “los Salamone y Marseillán en Buenos Aires”, a los “Juárez Cáceres” en Córdoba; a los “Civit” en Mendoza; a los “Navratil y Bertuzzi” en Santa Fé, como algunos de los muchos emergentes de este proceso modernizador, que incluyó a otros ya consagrados como Jorge Kalnay en Tucumán o Wladimiro Acosta o los Sánchez, Lagos y de la Torre en Santa Fe. En pocos años, se recuperó estabilidad económica y social y de alguna forma, el país ingresó a la modernidad del siglo XX.
No hay que olvidar que el desarrollo de la construcción no solo ocupa mucha mano de obra no necesariamente calificada sino también arrastra el desarrollo de una docena de industrias conexas. Es lo que necesitamos hoy con urgencia: un Estado decente, incorruptible, comprometido a generar progreso, mientras llena el plato de comida y esperanza de futuro a un amplio sector de la población, que atienda la emergencia sin mirar para otro lado. La amplia reconstrucción del país no es tarea para inversionistas” termina este valioso artículo recientemente publicado en la página de Facebook “Buscando a Salamone”.
Aquí, en el norte patagónico, se debe vincular la serie de obras de Salamone en provincia de Buenos Aires con las del ingeniero Adalberto Pagano, quien fuera gobernador del Territorio Nacional de Río Negro en los mismos años de la década del 30 y se ocupó personalmente de la construcción de edificios policiales de sólida y funcional estructura que aún hoy, más de 70 años después, siguen en pie.
Por otra parte quienes queden interesados en conocer más en detalle el espectacular recorrido de Salamone por la pampa bonaerense deben tener en cuenta la serie de ocho capítulos de 26 minutos, mezcla de documental y ficción, que bajo el título de “Invasión Salamone” realizaron en el 2012 los cineastas Diego Ávalos y Francisco Larralde. Se pudo ver tiempo atrás en Canal Encuentro y ahora se la encuentra completa en Youtube.
Finalmente es oportuno comentar que el arquitecto Salamone también proyectó una obra para Carmen de Patagones. En este caso un gigantesco Parque y Campo de Deportes Municipal, que se habría ubicado en terrenos cercanos a la Chacra Experimental del Ministerio de Asuntos Agrarios, actual Escuela Agropecuaria Carlos Spegazzini, enfrente de la estación ferroviaria. Esta obra fue propuesta al intendente José María Fantón , del partido Conservador, que estuvo en el cargo entre 1934 y 1939.
La única referencia sobre el tema se puede hallar en una publicación de julio de 2019 en la página de Facebook “Comarca Patagones Viedma: Un viaje al pasado”. Seguramente la realización del ambicioso proyecto chocó contra la falta de presupuesto.
Como ilustración a esta nota en el portal de appnoticias se eligió una fotografía que muestra el imponente matadero de Carhué-Villa Epecuén, en estado ruinoso después de permanecer más de veinte años bajo las aguas saladas del lago. (APP)