Valcheta.- (APP) Se suele decir que el jazz es ritmo y significado. Académicamente “es una forma de música instrumental y vocal que se caracteriza por ritmos sincopados y la improvisación informal. Si alguna vez has escuchado a Louis Armstrong, Miles Davis, Jhon Coltrane, o Thelonios Monk, has escuchado Jazz. El término jazz no se originó con la música, sino con el beisbol. Comenzó a ser uilizado para describir para describir la música una década después del nacimiento de la música jazz en 1900 en Nueva Orleans. Desde entonces, al igual que la forma de arte que describe, la palabra jazz ha cambiado y ampliado su significado. Hoy en día, el término jazz puede referirse a un género de danza, al acto de “arreglando algo”, de la década de los años 20 (apodada la Era del Jazz) o para el género musical”.
El grande Duke Ellington dijo que “algunos críticos y algunas escuelas de pensamiento dicen que el jazz es libertad de expresión y todo ese tipo de cosas, pero en realidad sus ideas son muy tendenciosas, porque creen que una personalidad debería estar limitada a su principal rasgo de identidad”.
En mi caso particular (me gustan todos los estilos musicales) el gusto por el jazz me llegó con la lectura de Rayuela de Julio Cortázar. Y luego vivieron los maravillosos discos LP de vinilo donde la trompeta y la voz aguardentosa de Louis Armstrong ocupaban todos los rincones y ámbitos de la casa de mis padres en la ciudad de Bahía Blanca. Y recuerdo el maravilloso dibujo que Pirerino Gallucci realizó y que perdía en alguna mudanza. ¿Dónde estará?
Es que el jazz es vida, es libertad, es rebeldía, es talento crudo donde cada instrumento monologa consigo mismo pero se integra a todos.
El gran poeta Gabriel Celaya creo sintetizó con palabras toda la magia del jazz: “Un cálido sonido sube lento, / gorgotea en el saxo casi asfixiado. / El piano da diente con diente; y le acompaña, / llorando y delirando, la trompeta. / La batería suena, ya fuera de este mundo, / y el violón si llora es detrás de algún muro. / Estoy tan solo, amigos, como ese clarinete, / y tan enamorado como el trombón de varas. / Estoy tan loco, amigos como la batería, / Y tan lo que no digo como el contrabajo, / mientras suena el piano tecleando un secreto”.
Yo recuerdo aquellos años de amigos, de jazz y de bohemia donde en el boliche “La Fusa” en Bahía
Blanca, acompañábamos nuestra soledad en las mesas sin penas ni olvidos.