Conozcamos a los protectores del personal de la salud/Por Vicente Martínez Torrens*

Viedma.- (APP) Las efemérides médicas y de la salud nos presentan a varios santos como protectores del arte de curar y de los enfermos.

Usando el lenguaje médico diríamos que hay santos protectores generalistas y protectores de especialidades. Los generalistas de más larga data son San Lucas, San Pantaleón, entre otros. Los de especialidades tenemos a santa Lucía para la vista, san Blas para la garganta, santa Apolonia para el dolor de muelas, etc.

Entre los más conocidos, como dijimos, tenemos a San Lucas que vivió en el siglo I. Fue médico de profesión y tan encumbrado que, se dice, se le ofreció ser médico del emperador romano Tiberio César, ofrecimiento que rechazó. Junto a la medicina fue literato, historiador, pintor y hasta esclavo en Antioquía. Convertido al cristianismo fue discípulo de San Pablo, lo acompañó en alguno de sus viajes y es autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, libros que integran la Sagrada Biblia.

En varias partes del mundo se acude a San Pantaleón que fue un mártir cristiano nacido en Nicomedia, actual Turquía a finales del siglo III. Era hijo de Eustorgio y Eucuba. Fue médico como su padre. Había estudiado primero filosofía y retórica. Pantaleón, en griego, significa “el que se compadece de todos”. Fue preso por orden del emperador Galerio Máximiano. Fue martirizado por su fe a los 29 años allá por el año 305. Su veneración es anterior al siglo VI según unos manuscritos de esa época.

Respetando a los devotos de estos santos conozcamos al protector de todo el personal dedicado a la salud y que tiene el sello de patagónico.

Así lo presentamos concisamente.

Su nombre es Artémides Zatti, nació en la provincia de Reggio Emilia (Italia), el 12 de octubre de 1880. Fue bautizado ese mismo día. Se lo conoce como Artémides, pero fue registrado como Artémides Joaquín Desiderio. Llegó a la Argentina con su familia como inmigrante en 1897. Se hizo salesiano y durante 50 años fue heroico enfermero, farmacéutico y director del primer Hospital de la Patagonia fundado por el sacerdote Evasio Garrone. Falleció en Viedma (Río Negro) el 15 de marzo de 1951.

Ahondando en su rica personalidad podemos decir que tiene un símil con Moisés.         

Moisés, hijo de hebreos en destierro, fue el hombre elegido por Dios para liberar de la esclavitud de Egipto y conducir al pueblo de Abraham hacia la Tierra Prometida. Su nombre significa salvado de las aguas, debiéndose ello a que de infante fue lanzado a las aguas del río Nilo para salvar su vida de la orden de exterminio dada por el Faraón Ramsés II.

Artémides fue hijo de Luis y de Albina Vecchi, una humilde familia de campesinos que se vio rodeada del afecto de ocho hijos. Artémides fue el tercero.

Cuando sus padres salían a trabajar el bebé quedaba a cargo de la hermana mayor Hildegarda. El niño era tranquilo, pero insufrible cuando lo despertaba el hambre.

La astucia de la pequeña niñera iba a quedar en el más estricto secreto, mas debía gritarlo por el éxito obtenido.  Debía contarle a su mamá como, por más que lo mecía en sus brazos, le cantaba cuanta canción de cuna sabía, el bebé no dejaba de llorar. Entonces se le ocurrió que podía tener hambre, como su muñeca de trapo. Y estrechándolo contra su pecho corrió al establo donde papá Luis había dejado atada la vaca.  Entresacándolo de la mantita que lo envolvía acercó la carita a la ubre de la vaca. Sí, evidentemente el niño Artémides tenía hambre de veras. Chupó golosamente del pezón y luego se durmió muy pancho.

Moisés, devuelto por las aguas. Artémides salvado del hambre por una vaca. Salvando las distancias de tiempo y de valoración de hechos, los dos son muestra de que Dios nos tiene elegidos y consagrados para misiones impensadas.

La década 1890-1900 para la Argentina representó un nacer para el mundo. A las exportaciones de lana, cueros y carne salada se produjo un marcado incremento de las exportaciones de trigo y enseguida la de carnes congeladas. Debido a este auge económico Europa miró a la Argentina y suscitó en aquellos pueblos el deseo de venir a hacerse la América.

La familia Zatti no lo dudó para salir de su pobreza. En casa las bocas a alimentar iban subiendo y los ingresos eran pocos. A partir de los cuatro años de edad los niños debían ayudar en las tareas del campo como puede hacerlo un niño de esa edad. Artémides no fue la excepción. A los seis años recibe algunas nociones de enseñanza primaria. No fue una luz, pero siempre estuvo entre los más esforzados. Las pruebas escritas iban mejor que las orales como todo chico de campo callado, meditabundo. Con sólo nueve años comienza a trabajar de peoncito, como lo había hecho algunas décadas atrás otro niño llamado Juan Bosco. Su sueldo era de veinticinco liras anuales. Se levantaba a las tres, una tajada de polenta a modo de pan y al campo. Cada fin de la semana, cuando regresaba a su casa, porque cabe aclarar que el sueldo no era mucho, pero no hacía gastos en casa, Artémides traía un paquete con algunas ricuras que la patrona había hecho al horno para él. La mayor alegría de Artémides era ver como lo esperaban sus otros siete hermanos para dar buena cuenta del regalo.

Esto duró hasta cumplir sus dieciséis años.

La familia Zatti, como se dijo, sintió una irresistible atracción por América. Los periódicos reflejaban la opulencia de Argentina, pero no sólo ellos sino también un hermano de Don Luis que había emigrado y establecido en Bahía Blanca. Por sus habilidades al poco tiempo de llegar lo habían hecho capataz de los obreros municipales.

En Europa se vivían años de enorme depresión. En Italia peor aún. La crisis agrícola se agudizaba por el impuesto a la molienda.

Sin pensarlo mucho le escribieron al tío Juan. Éste les envió el dinero para el pasaje y preparado el equipaje, partieron.

Artémides, expulsado al exilio por el hambre llega a la Argentina el 9 de febrero de 1897 con sus padres y hermanos. Era un muchacho alto, el más alto de la familia, flaco, alegre, pero guarda ese carácter reservado, reflexivo que ya se le había visto con sus compañeros de escuela.

En Bahía Blanca se encontraron con el tío y hay trabajo para todos. El padre instala un puesto en el mercado. Artémides se empleó en un hospedaje. No duró mucho porque el aire que se respiraba allí no le agradó. Pero como en la casa de los Zatti regía aquello que, ¡si no estudias, trabaja!, entró en una fábrica de baldosas.

*Sacerdote,  estuvo como capellán  en las Islas Malvinas durante la recuperación en 1982