Viedma.- (APP) Se ha cumplido el centenario del viejo Puente Molina, una obra que tuvo gran importancia para el desarrollo social y económico de Viedma en aquellos tiempos. No se transita sobre la estructura desde hace más de cuarenta años y el deterioro general –sumado a algunos actos de vandalismo- la pone en peligro de destrucción total.
El sitio, ubicado a unos diez kilómetros del centro de la ciudad, en cercanías del Aeropuerto Gobernador Castello y del Hipódromo Provincial, se encuentra muy abandonado y falto de atención de los entes públicos con competencia específica. Esto revela una abierta contradicción con la ley 5.197 aprobada en noviembre de 2016 y promulgada el 7 de abril de 2017, que declara al Puente Gobernador Molina “Monumento Histórico Provincial”; y que tampoco se cumplen las previsiones de la ordenanza 4085, del Concejo Municipal de Viedma, con más de veinte años de vigencia, que estableció la responsabilidad del Gobierno Municipal de la capital rionegrina en cuanto a “restaurar, alumbrar, señalizar y mantener el lugar”.
En abril de 2021 la concejal municipal viedmense Vanessa Cacho Devicenzi presentó un proyecto de comunicación dirigido al Ejecutivo comunal “para que ponga en marcha un plan que permita cumplir con las tareas de preservación del Puente Gobernador Molina” y propuso, al mismo tiempo, la gestión ante la secretaría de Estado de Cultura de Río Negro para la obtención de fondos, en base a la ley 3.656 de Protección y Conservación del Patrimonio Cultural. La iniciativa fue analizada en varias reuniones, con participación de representantes de organismos provinciales y municipales, la Asociación por el Patrimonio Histórico Rionegrino y vecinos de la zona del Puente Molina, pero no hubo avances y todo quedó en papeles.
El centenario de la inauguración se produjo el pasado 1 de enero de 2024, en circunstancias político-económicas muy complejas que seguramente dejaron de lado cualquier tipo de recordación en la agenda oficial de la provincia y el municipio. Por eso el propósito de esta nota es rescatar del olvido al Puente Gobernador Molina, a través de material periodístico de la época, tomado de las páginas del semanario La Nueva Era; un interesante trabajo de investigación del historiador Jorge Entraigas; y fotos cedidas por el Archivo Histórico Salesiano de Bahía Blanca.
Un puente, un punto final
La construcción del puente le puso punto final a más de dos décadas de reclamos populares y periodísticos, trámites y recomendaciones administrativas.
Para comprender la importancia que tuvo el referido puente hay que ubicar al lector en el contexto geográfico de la ciudad de Viedma hasta los años cuarenta de la centuria pasada. Hay que recordar que la antigua capital del Territorio del Río Negro estaba rodeada por todo su flanco sudoeste por la gran Laguna El Juncal: una inmensa extensión de 15 mil hectáreas, de forma alargada, entre los campos donde actualmente está ubicado el corazón del proyecto Idevi y las cercanías de la barranca donde se encuentra el faro sobre la costa del mar. Este mar dulce interior tenía 60 kilómetros de largo y un ancho que variaba de entre dos mil y cuatro mil metros, con una profundidad media de dos metros.
La laguna se formaba con varias entradas naturales del río, desde la altura de las localidades de Zanjón de Oyuela y San Javier, aumentando en la época de las crecientes estacionales y cuando llovía en abundancia.
En las grandes inundaciones de 1829 y 1899 (en esta última, en pleno invierno, recordemos que Viedma quedó casi totalmente destruida) la Laguna El Juncal se salió de madre y avanzó desde las espaldas de la población hasta mezclarse con el río mismo.
Desde fines del siglo 19 diversos estudios se hicieron para disminuir su caudal, con la idea de disecarla con la finalidad del posterior aprovechamiento de sus tierras para la ganadería y la agricultura.
Todos los intentos y las gestiones correspondientes están reseñados en un excelente trabajo, publicado en 1981 y hoy totalmente agotado, que llevó el título “De la laguna El Juncal a las chacras del Idevi” con artículos de los profesores en historia Héctor Rey, Jorge Entraigas, Roberto Bovcon, Wenceslao Arizcuren, Edgardo Cardone y Beatriz del Valle Moldes.
En la consulta de ese volumen este cronista obtuvo las referencias sobre los reclamos que desde el periódico “La Nueva Era” se le hacían a las autoridades nacionales, territoriales y municipales para que se construyera el puente.
Debe entenderse que hasta 1924 el tránsito de arreos de ganado en pie, carros con tracción a sangre y vehículos a motor hacia General Conesa, San Antonio Oeste y otras localidades, debía hacerse con un larguísimo rodeo de 60 kilómetros hasta la denominada “Punta de Agua” sobre la zona de la cuchilla muy cerca del mar, o cruzando la laguna en una balsa que tenía reducidas dimensiones y no funcionaba regularmente.
Viedma estaba aislada. Por un lado tenía la frontera hídrica del río, pues el puente ferro carretero se construyó a partir de 1928 y se inauguró el 17 de diciembre de 1931, y por otro la Laguna El Juncal sin ningún paso.
Al fin se logró la construcción e inauguración del puente, en un tramo donde la Laguna presentaba un angostamiento y en cercanías del largo terraplén ferroviario levantado entre 1922 y 1924, también sobre alcantarillas que permitían el escurrimiento de las aguas. El puente actualmente llamado Gobernador Molina fue un verdadero desafío a las adversidades, una apuesta al futuro.
Una larga secuencia de ideas
En un capítulo de la obra antes citada, que pertenece a la autoría de Entraigas, se describen las sucesivas intervenciones del militar Ramón Lista, en 1880; en 1885 del ingeniero Alfredo Ebelot, un francés que acompañó la llamada Campaña al Desierto ( fue constructor de la famosa zanja de Alsina); y de los prestigiosos ingenieros César Cipolletti y Eliseo Schieroni, después de la catástrofe de 1899 y la mudanza forzosa del asiento del gobernador del territorio a Choele Choel Hacia finales del siglo 19 y el arranque de la nueva centuria comenzaron los reclamos y proyectos para terminar con el aislamiento terrestre de Viedma y eliminar la amenaza constante de las inundaciones.
Mientras una serie de propuestas técnicas avanzaban, con hipótesis relativas a canales de desagüe y barreras de defensa, desde la prensa regional –ese maravilloso periodismo escrito realizado por anónimos redactores a los que nunca les estaremos lo suficientemente agradecidos- se difundían los reclamos, se daba conocimiento de asambleas populares, cartas a los presidentes y a los senadores; en fin: una auténtica movilización de lo que genuinamente se daba en llamar como “las fuerzas vivas”.
Así entonces en las páginas del semanario “La Nueva Era” se publicaba en 1904 la idea de establecer un impuesto de diez centavos por cada animal que pastaba en los campos de Viedma para que los hacendados contribuyeran a las obras de disecado de la Laguna.
En 1907 llegó la noticia de que el gobierno nacional remitía a la gobernación la suma de 17 mil pesos para iniciar la construcción del necesario puente que permitiría abreviar el largo rodeo al espejo de agua, que recién sería inaugurado en enero de 1924.
Antes, a mediados de 1913, corría la versión de que el gobierno nacional estaba en conversaciones con capitalistas ingleses para venderles las tierras de El Juncal muy baratas, a razón de 2,50 pesos la hectárea, con la condición de que realizaran las obras de escurrimiento e irrigación necesarias.
Pero esta idea se diluyó en el tiempo y en 1916 el gobierno municipal de Viedma, encabezado por el progresista intendente radical Felipe Contín lanzó el proyecto de un impuesto ganadero de 50 centavos por hectárea en el departamento Adolfo Alsina, como otra forma de reunir los recursos para los trabajos de defensa y secado de la laguna. No tuvo mucho apoyo, por supuesto.
A fines de ese mismo año de 1916, cuando apenas había iniciado su primer mandato el presidente radical Hipólito Yrigoyen, el vecino Atilio Pastore propuso una asamblea popular para la elaboración de un petitorio dirigido al jefe de Estado, pidiendo que el gobierno de la Nación asignara, para resolver el problema de la Laguna El Juncal, los recursos de contribución territorial que le correspondían a Viedma, San Javier y Cubanea.
En la edición del 30 de abril de 1922 del periódico La Capital el ingeniero José María Diego Contín, hermano del jefe municipal, autor de una tesis de grado universitaria con el proyecto de obras para disecar la laguna, publicó una carta abierta en donde señalaba su equidistancia respecto de dos posturas surgidas en el seno de la comunidad viedmense.
Por un lado un grupo de vecinos – entre quienes identificaba a Bautista Sacco, Maximiliano Barnes. Juan Cruzado y su propio hermano Felipe Contín- impulsaba el cierre de los boquetes de agua que desde el río Negro aumentaban la Laguna El Juncal. En tanto otros viedmenses -entre los cuales individualizaba a Andrés Iribarren, Enrique Inda, Bernardino Pérez, Nicolás Aguirrezabala y Juan Balda- propugnaban la construcción de un puente sobre las inquietantes aguas.
Finalmente el primero de enero de 1924, se inauguró el puente realizado íntegramente en madera, con 76 metros de largo, apoyado sobre 46 pilares clavados a 5,8 metros de profundidad, con terraplenes de acceso que demandaron el movimiento de 30.000 metros cúbicos de material árido que se transportó especialmente desde la cuchilla a través de un ramal ferroviario tendido para tal efecto. La obra se ejecutó durante la gestión de don Víctor Molina (hijo) al frente de la Gobernación del Territorio de Río Negro, por eso a la obra se le impuso su nombre, ya en los años 70 del siglo pasado.
La apertura del puente resolvió el problema de la comunicación terrestre, pero quedaba pendiente la obra de disecar a la Laguna El Juncal, para terminar con el peligro de inundaciones y ganar tierras útiles para la agricultura.
Recién entre 1927 y 1928 la dirección general de Irrigación, del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de la Nación, contrató con la firma Eugenio Ferrario-Pedro Figliozzi las obras de defensa, con lo cual, después, la laguna comenzó a secarse lentamente por evaporación, ya que no ingresaba más el torrente del río Negro.
El muy interesante capítulo de Entraigas finaliza con la narración de los primeros trámites para el inicio de los canales de riego, con gestiones iniciales del inquieto gobernador Adalberto Pagano en 1933. Un clamor que se manifiesta ya en la Comisión Pro Riego del Valle Inferior creada en 1934, pero recién se concreta 38 años después cuando, en 1972 comienzan a regarse las primeras chacras del proyecto IDEVI.
Elogios para Molina, Iribarren y Soler
Cuando faltaban pocos días para el acto de inauguración del Puente de la Laguna del Juncal, el 15 de diciembre de 1923, La Nueva Era publicó un artículo donde, sin ocultar entusiasmo por la culminación de la obra se trazaba el panegírico de la gestión del gobernador Víctor Molina (hijo) y se criticaba a quienes se habían opuesto a la realización de los trabajos.
Llama la atención que el comentario justifica que Molina hubiese realizado algún procedimiento ilegal en pos de lograr la obra. Dice que “por fin llega uno,(se refiere a un gobernador) más audaz, más dictatorial que los otros y que, en beneficio de la comunidad, se coloca al margen de la ley, este es el gobernador Molina. La obra se inicia, el pueblo sano que espera solamente la ayuda oficial lo secunda admirablemente. El otro pueblo, entre indiferente y hostil, arroja piedras. Pero la obra prosigue.” ¿Se trataría de alguno de los artilugios administrativos a los que debían recurrir los gobernadores territorianos para poder tener disponibilidad de fondos que facilitaran la ejecución de los trabajos, tal como el caso conocido de las maniobras del gobernador Pedro Serrano para construir la planta baja de la Casa de Gobierno por 1914-16?
La nota también elogia a dos caracterizados vecinos de Viedma, cuyos descendientes mantienen la vigencia de esos núcleos familiares.
Señala, en otro de sus párrafos que “la Comisión Pro Puente del Juncal, presidida por don Andrés Iribarren, aporta con la suma de 29 mil pesos. Todos sus entusiasmos, todos sus esfuerzos, para asegurar el triunfo de la buena causa. Este aporte no solamente de dinero sino de sinceridades, de honesto apoyo moral, retempla el espíritu del gobernador Molina y lo reafirma en su propósito de dar a Viedma una obra que su progreso reclama, cargando con la total responsabilidad de afrontarla sin presupuesto y sin recursos”.
Más adelante, en referencia a la calidad de los trabajos ejecutados, puntualiza que “el ingeniero Grendi, enviado por la Dirección de Puentes y Caminos hace unos cinco meses, inspeccionó la obra y manifestó que dada la forma eficiente en que se realizaban los trabajos, en un todo de acuerdo a los planos estudiados y aprobados por la Dirección de Puentes y Caminos, creía innecesaria la venida de un ingeniero para proseguirlos y que así lo haría constar, rindiendo de esta forma homenaje a la labor y competencia del señor Fernando Soler (que era el responsable de los trabajos)”
La crónica finaliza con el estilo poético romántico que caracterizaba la pluma del director de La Nueva Era, don Mario Mateucci.
“La obra que sirviera de base a los más crueles ataques que le tocara sufrir al señor Molina y a sus colaboradores ya está terminada y para el primero de enero de 1924 empezará a rendir sus beneficios a todos, devolviendo cristianamente como si tuviera alma bien por mal a todos sus detractores. Será sin duda la de su inauguración una simpática ceremonia que ha de contar con la presencia y los auspicios de todos los amantes de las obras buenas.”
Urgencias del presente
Cien años después del momento inaugural, al cual corresponde la imagen que ilustra esta crónica (del Archivo Histórico Salesiano de Bahía Blanca) no hay que olvidar al viejo puente que tantos servicios brindó para beneficio de toda la población de la Comarca de Viedma y Patagones. Son necesarias algunas obras para la puesta en valor: acondicionamiento y señalización del camino de acceso, desde la ruta provincial 51 (comúnmente llamado camino al Aeropuerto); colocación de cerco y vallado que impida circular sobre la calzada deteriorada; diseño y habilitación de un parque de estacionamiento y recreación familiar; trazado y señalización de un sendero peatonal de interpretación del monumento histórico, con cartelería descriptiva; y forestación de todo el predio.
Lo esencial: no olvidar al viejo Puente Gobernador Molina, testimonio de los avances del progreso en la modesta Capital del Territorio Nacional de Río Negro un siglo atrás. (APP)