Viedma.- (APP) Una de las primeras disposiciones del primer gobernador de la Gobernación de Río Negro en 1879, el coronel Álvaro Barros, fue cambiar el nombre de Mercedes de Patagones por Viedma, en clara alusión al fundador Don Francisco de Viedma y Narváez.
Por su parte, el 24 de abril de 1880, Monseñor Antonio Espinosa promulgó el decreto de creación de la Parroquia Nuestra Sra. de la Merced de Viedma y se la entregó a los padres salesianos instalados en Patagones el 20 de enero de ese año. Era una parroquia misión con muy variados feligreses. Del libro de bautismos de ese primer año pastoral sacamos esta estadística: 130 bautismos discriminados de la siguiente manera: 55 recibidos en el templo, 75 en la misión. De los 55 del pueblo 50 eran niños y 5 adultos. De los 75 celebrados en la misión 20 eran de “huincas” (=blancos) y 55 indígenas (25 adultos y 30 niños). Se administraron 174 confirmaciones.
Para cumplir con la finalidad de la congregación de “formar honrados ciudadanos y buenos cristianos”, el 24 de marzo de 1884, se inauguró el Colegio San Francisco de Sales con la especialidad de enseñanza primaria y talleres para artesanos.
Siendo muchos los niños y jovencitos pobres, huérfanos e hijos de indígenas itinerantes, que no podían entrar en el sistema escolar, se pensó y se creó la Escuela Agrícola. Sus inicios son interesantes.
La organización urbana de entonces lo permitía. En lo que hoy es la manzana histórica el obispo Cagliero compró el terreno contiguo a la casa Sede de las Misiones Patagónicas. En una parcela se cultivó la verdura necesaria para la comida de los internos; el resto del terreno se dedicó a pasturas para los caballos usados para la misión. Hubo lugar para dos vacas con las que se cubrieron las necesidades de leche de los salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora.
No hay mal que por bien no venga, es el dicho popular. El siguiente relato lo confirma.
En la margen norte del rio Negro, Patagones, la caridad de su párroco Monseñor José Fagnano había abierto un micro hospital para los menesterosos. Poco se sabe de su funcionamiento. Lo cierto es que estaba atendido en lo referente a la salud por el padre Evasio Garrone y en la atención a los enfermos por las Hijas de María Auxiliadora. De repente, en la crónica de la casa del 4 de agosto de 1888, aparece este escrito: “Hoy se vendió la farmacia de Monseñor Fagnano al Sr. Carlos Zerbini”, quien se hacía cargo del activo y pasivo de la farmacia.
Las crónicas de la casa del norte, en la página 114 del año 1889, registra el traslado a Viedma del padre Garrone de esta manera: “Hoy 15 de junio se establece en Viedma con toda su farmacia el padre Garrone”.
Garrone llegaba cargado de remedios, emplastos, botijos, ungüentos, gasas y mil accesorios más. Pero no sólo eso sino con los méritos de haber terminado con la peste de la escarlatina en “Pringles” (hoy Guardia Mitre), Conesa y toda la zona del Colorado.
El Hospital “San José” por él fundado en Viedma reconoce como inicio de funcionamiento el 11 de agosto de 1889, con una cama, colocada en lo que era la caballeriza, y con un enfermo de hidropesía llamado Jaime Sajama. ¿Quién era este hombre? Lo apodaban “El vasco”, aunque era catalán y de profesión pintor de brocha gorda. Como tantos inmigrantes había venido a “hacerse la América”. Su familia la dejó en España. Vivía solo en una tapera que al sólo entrar en ella a uno le daba náuseas.
El padre Garrone llevó al director de la Comunidad a ver al enfermo y se dijeron: ¡podemos dejarlo así, abandonado! Despidiéndose con un simple “¡Ya volvemos!” regresaron al Colegio. Armaron la cama en la caballeriza, pidieron a las Hermanas de María Auxiliadora que con cuatro hermanos coadjutores (gracias a Dios tenemos sus nombres) Luis Lanza, Luis Bensi, Vicente Martini y Guido Marini y algunos niños limpiaran, desinfectaran y desodorizaran el lugar. Habiendo convertido aquella tapera en un nosocomio, Garrone y los cuatro Coadjutores nombrados, fueron a buscar a Sajama. Así nació el hospital que en al 31 de diciembre de ese año había hospitalizado a 36 enfermos, de los cuales sanaron 32 y murieron 4.
El primer edificio del hospital, aunque lo hemos llamado “caballeriza” no era tal. Era la antigua casa del “mayor ad honorem” Miguel Linares. Formaba parte del patrimonio de la “Sociedad filantrópica Santa María de los indios” con sede en Buenos Aires. Como estaba abandonada fue utilizada por la policía como caballeriza.
Cuando Artémides llegó a Viedma, el 4 de marzo de 1902 el Colegio San Francisco de Sales y su hospital estaban en su apogeo.
Viedma era la sede de la Inspectoría salesiana San Francisco Javier canónicamente erigida el 20 de enero de ese mismo año. La comunidad religiosa la conformaban 9 sacerdotes, 13 hermanos coadjutores y tres clérigos estudiantes. El padre Garrone estaba al frente del hospital “San José” y de la botica anexa.
Apenas arribado Artémides fue atendido por el padre “dotor” (así lo llamaba la gente). Al día siguiente escribió una carta a su familia en la que manifestaba: “Con enorme alegría para mí, he encontrado a mis queridos hermanos salesianos aquí. Por lo que respecta a la salud me visitó el médico Rdo. Padre Garrone y me prometió que dentro de un mes estaré sano.”
Con buen ojo clínico Garrone percibió la riqueza espiritual de ese joven tuberculoso de 22 años. Se preocupó de su cuerpo enfermo y de su alma privilegiada. Por eso, un día, después de pedir luces al Altísimo y de encomendarse a la Madre de Dios, pidió que Artémides fuera a su oficina y le habló así:
“Zatti, acompáñame ante el altar de María Auxiliadora. Si tú le prometes consagrar tu vida al cuidado de los enfermos, yo te aseguro que la Virgen te devolverá la salud. Piénsalo bien y decídete. Lo que te ha ocurrido entra en los planes de Dios para que te realices plenamente y te santifiques. Podrás ser salesiano de Don Bosco, consagrado a Dios y dedicado a atender los enfermos de este Hospital “San José”, al que tú ya bien conoces.”
Para Artémides eso fue peor que un sunami. Quedó impresionado. Comprendió perfectamente lo que significaba consagrar su vida a los enfermos y a los pobres. Representaba también renunciar a su ideal de sacerdote.
¡Cuán cierto es -habrá pensado- que no hay Redención sin sangre! Y que para llegar a la Pascua es necesario pasar por el viernes santo.
Que lo pensó bien, lo revela un escrito encontrado, después de su muerte, en su cuaderno íntimo con apuntes espirituales. Se pudieron leer las palabras claves de toda su vida y santidad: “Creí, prometí y sané”.
Poco a poco, bajo el solícito cuidado del Padre “Dotor”, y por la generosa donación de su vida a Dios por intercesión de María Auxiliadora, su salud fue mejorando.
El 11 de enero de1908, teniendo como testigos a los sacerdotes Valentín Cassini y Mateo Valinotti pudo emitir sus votos como salesiano coadjutor en la familia de los hijos de Don Bosco. Quedó en el hospital, no como paciente, sino ayudando, como hermano, a su gran bienhechor. Y como civilmente tenía “pocos” nombres: Artémides Joaquín Desidero, ese día agregó uno más “María” en gratitud a su personal Auxiliadora.
*Sacerdote, estuvo como capellán en las Islas Malvinas durante la recuperación en 1982
Foto: Camilla de Partos del Hospital San José y el Padre Garrone al fondo