Murió Alfredo Eric Calcagno, quien dejó un importante legado económico y de pensamiento nacional y latinoamericano para combatir al neoliberalismo/Por Claudio García

Viedma.- (APP) Pasó casi desapercibida la muerte, a sus 99 años, de Alfredo Eric Calcagno, quien dejó un legado de libros sobre política económica e ideas vinculadas al campo nacional y popular y a la izquierda latinoamericana. Obras que siguen teniendo absoluta vigencia para combatir al neoliberalismo y al sometimiento y dependencia de nuestos pueblos a los países centrales, al capital financiero internacional y los grandes poderes concentrados.

Fue un histórico miembro de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), doctor en Derecho y Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) y graduado en el tercer ciclo en Ciencias Políticas (Universidad de París), entre otros de su trayectoria, y asesoró en proyectos e ideas a Juan Domingo Perón, Salvador Allende, Fidel Castro, Hugo Chávez y Juan José Arévalo, entre los más destacados por su rol histórico.

Sus hijos, Alfredo Fernando y Eric, siguieron un camino similar, tanto académico como político, e incluso escribieron algunos libros en conjunto con su padre. Precisamente el último libro de Alfredo Eric Calcagno fue, a los 93 años, “Manual del Estado”, lo escribió en coautoría con ellos.

Me marcó muchísimo -por mi anclaje ideológico y político en las ideas de las corrientes y partidos de raigambre popular  y la izquierda-, especialmente el libro “Versos para no pensar” que Alfredo Eric escribió en conjunto con su hijo Alfredo Fernando en 1989 (Editorial El Despertador), una obra con un énfasis pedagógico de confrontar cada una de las “fábulas”  y “versos” políticos y económicos de la derecha contemporánea, el neoliberalismo – que como ya he escrito en otro artículo, como todo neo es peor que el anterior, el liberalismo clásico-, y dar una alternativa en línea con la defensa de intereses nacionales y del pueblo.

Es bueno recordar algunos de esos conceptos relativos al Estado y al Mercado como homenaje a la memoria de Alfredo Eric Calcagno, sobre todo en estos momentos donde atravesamos en general una cuarta etapa neoliberal luego de la  dictadura cívico militar con Martínez de Hoz, y los gobiernos de Carlos Menem y Mauricio Macri –sin obviar que otros gobiernos asumieron también en parte recetas y premisas neoliberales-,  de compromiso a ultranza con los intereses  de grandes grupos económicos y del capital financiero, de desregulación total del mercado y retiro absoluto del Estado –salvo en lo represivo- , para debilitar al máximo nuestra soberanía territorial,  dejar en un total desamparo al pueblo –ejes que cruzan el DNU y la Ley Ómnibus que se discute en el Congreso en estas horas-  y avance sobre derechos laborales y otras conquistas que con mucho esfuerzo, en distintos campos, entre ellos lo cultural, se construyeron en los últimos 40 años de democracia.

Estado

“El desarrollo de los países centrales tuvo como protagonista al estado, cuya soberanía fue fortalecida al máximo. El actual paradigma del desarrollo y la modernización que es el Japón se construyó gracias a la acción estatal, que protegió su mercado, puso barreras a las inversiones extranjeras y estructuró la actividad económica en torno a conglomerados económicos organizados por el Estado (…) Los treinta años de prosperidad europea que siguieron a la segunda guerra municial se basaon en la asociación de Estados llamada Comunidad Económica Europea, en la protección de sus mercados, en su impresionante sector público y en la organización de una demanda creciente de los asalariados…”.

“Históricamente, el Estado asumió el liderazgo del proceso de desarrollo en la mayoría de los países subdesarrollados. Así, los gobiernos populares controlaron el sector exportador, protegieron la industrialización, convirtieron al sector público en el principal inversor y en importante financista, y arbitraron la distribuciónd el ingreso (…) Con la orientación inversa, los gobiermnos oligárquico-autoritarios (…) abrieron la economía a las empresas trasnacionales, se endeudaron y se subordinaron al capital extranjero y a los organismos financieros internacionales. En definitiva, los promotores del modelo neoliberal actúan en un doble frente: por una parte, reprimen o dificultam la acción el grupo social y político nacional y popular; y por la otra minimizan la acción el Estado, al que previamente han desarticulado y denigrado, Entonces, lo exhiben como anacrónico, como rémora del pasado, como contrario a la modernidad. Así puede presentarse al interés particular de un grupo social minoritario como coincidente con el sentido de la historia”.

“La soberanía nacional es el atributo por el que el Estado puede hacer respetar las decisiones nacionales frente a los demás países (…) Y la soberanía popular es el único instrumento para que las mayorías populares puedan ejercer el poder político y económico interno…”.

“Según quienes gobiernen, el Estado podría ser tanto el ejecutor directo de una política económica que favorezca al pueblo, como el gerente que garantice el orden y los subsidios necesarios a la política neoliberal. En ambas situaciones, esta función sólo puede cumplirla el Estado: no existe ningún otro instrumento al alcance de las fuerzas populares para aplicar su política; y, en la posición opuesta, los grupos privilegiados necesitan del Estado para imponer el orden social, para que financie sus actividades y estatice sus pérdidas”.

Mercado

“El versero recita, como una obviedad, que si un sistema de precios libres es suficiente para que la actividad económica sea armócnica, eficiente y justa, cualquier interferencia en su operación por parte del Estado provocará situaciones que tenderán a producir crisis, a desperdiciar recursos o a impedir que cada uno reciba lo que le corresponde”.

“Ya hemos visto las consecuencias para la Argentina de la liberalización del mercado en la época de Videla-Martínez de Hoz. En ese proceso se verificó la ausencia de muchos de los supuestos disimulados por el versero: en lugar del carácter voluntario de las transacciones en muchas operaciones financieras, las empresas se endeudaban a cualquier precio para sobrevivir; en vez del carácter anónimo e imparcial del mercado, se dieron relaciones privilegiadas en algunas empresas con la banca externa o con la interna, llegando a los autopréstamos; a diferencia de la atomización  y la imposibilidad de fijación de los precios por ningún agente individual, los oligopolios consolidaron su rol de ‘formadores de precios’; en lugar de la supuesta igualdad entre quienes realizan una transacción y la libertad para realizarla, se dio la represión de la actividad sindical, lo cual reveló la asimetría entre un trabajador individual (que necesita de su trabajo para comer)  y su empleador; al contrario de la supuesta transprencia y ausencia de incertidumbre, apareció una creciente incertidumbre y comportamientos de pánico con las quiebras financieras de 1980…”.

“El liberalismo es también un estatismo. El verdadero problema no es por consiguiente si el Estado debe intervenir en la economía o no; plantearlo en esos términos lleva a un falso dilema. El verdadero problema es cómo debe actuar el estado en ese ámbito, y en beneficio de quiénes. Lo importante entonces es quién controla el Estado y cuál es su proyecto político. (…) es necesario que el estado y otras instancias sociales defiendan los intereses del país y de las mayorías, aún si eso significa cambiar los resultados a los que se llegaría con mercados no regulado (…) Para los mercados los individuos sólo existen en proporción de su poder de compra, por lo que los pobres cuentan muy poco, y la tendencia espontánea es a profundizar la concentración de la riqueza y el poder  (…) La desigual distribución de la riqueza, de educación, de oportunidades reales y de poder de presión deben ser corregidas por una voluntad social. Esta puede transitar por la política estatal de educación y de redistribuciónd el ingreso, por la política crediticia y e gasto social, por la acción de os sindicatos, de las organizaciones populares, etc. Una política explícita será también necesaria para prevenir la depredación del medio ambiente y reducir las desigualdades entre las distintas regiones y provincias de un país, ya que los mercados no computan valores tales como la ecología, el federalismo y el equilibrio regional”. (APP)