Roberto Vicente Requeijo, gobernante y fundador del PPR

 

Viedma.- (APP) –Por Omar Nelson Livigni-  No hizo falta que el general Roberto Vicente Requeijo falleciera el 22 de noviembre de 2002 en Buenos Aires para que los rionegrinos evocaran con  nostalgia y muchos gratamente su obra de gobierno.

En realidad la irrupción de aquel singular oficial superior del ejército como gobernador de facto en el período 1969-1972 había dejado una fuerte impronta en la vida política de la provincia.

Y ese logro fue motivo de reconocimiento por propios y extraños, amigos y adversarios, antes de su retiro de la vida pública.

Cabe decir que Requeijo supo ganarse un lugar destacado en el quehacer político de la provincia porque no vino a Río Negro, como ocurrió con otros, a usufructuar un cargo  de privilegio temporal sin ningún compromiso con sus gobernados.

Al contrario, rápidamente se identificó con los intereses y la gente de Río Negro, haciendo suyas ideas fuerza de alto poder  de convocatoria, muchas de ellas acuñadas durante el gobierno del doctor  Edgardo Castello.

Entre ellas el concepto de la integración provincial, el equilibrio geopolítico entre las distas áreas geográficas y la realización de obras de infraestructura básicas para quebrar el aislamiento y la postergación de zonas enteras.

Durante aquella gestión otorgó continuidad a los esfuerzos que posibilitaron la inauguración del puerto de San Antonio, el canal aductor que desde Pomona hizo llegar el agua para uso humano e industrial a San Antonio Oeste, la pavimentación de la ruta 250 y otros hechos que otorgaron ritmo y mística a  una administración que no tuvo su origen en el voto popular, pero que contó con la adhesión de vastos sectores de la ciudadanía.

No se explica de otra manera al éxito que tuvo Requeijo en la conformación del Partido Provincial Rionegrino (PPR) como  primer fuerza cívica que en Rio Negro relegó al tercer lugar a la Unión Cívica Radical (UCR) en los comicios de 1973 que consagraron a Mario José Franco  como gobernador.

La flamante fuerza federalista obtuvo a partir de allí una fuerte presencia legislativa, consolidando  un influyente tercerismo, que pese a los avatares de los años subsiguientes y con la posterior ausencia de su líder supo  mantener un prolongado protagonismo, hasta su reciente fusión con  el PRO.

Este fenómeno se produjo mas allá de las antinomias entre civiles y militares y de los maniqueísmos ya conocidos.

El PPR supo ser en su momento una acabada síntesis entre el liderazgo vacante que Requeijo supo rescatar para sí  y un mensaje fuertemente federal y reivindicativo con respecto al poder central, que los partidos políticos  tradicionales habían abandonado inexplicablemente.

Aquel novel agrupamiento cobijó en sus filas a comprovincianos provenientes del radicalismo, el peronismo, el desarrollismo, el social cristianismo, y otro sectores del electorado independiente que buscaban una nueva manera, un nuevo espacio para la militancia y la representación política.

Cumpliendo mi función periodística estuve presente en los actos inaugurales de obras obras públicas emblemáticas como la habilitación de lasa primeras 8.000 hectáreas de regadío en la zona del IDEVI y la llegada del agua potable a San Antonio Oeste.

También compartí momentos difíciIles en su  gestión de gobernante como en el “barilochazo” o el “rocazo”, -rebeliones populares de la época-, acontecimiento este último ,que dejó una herida profunda en su administración y que  provocaron un fuerte enfrentamiento con el diario “Río Negro”, órgano periodÍstico que fue su mas severo y encarnizado oponente.

Requeijo se caracterizaba por infundir seguridad y optimismo tratando de contagiar siempre un entusiasmo para la acción.

Hizo famosa la arenga de “lo imposible se logra empezando” planteando renovadas metas a sus funcionarios y para movilizar las estructuras de la burocracia.

Llegaba a su despacho a primera hora y se preocupaba que la gente supiera que exigía lo máximo a sus funcionarios para plasmar con el trabajo cotidiano el proyecto del “Río Negro para el año 2000”, en el que puso sus mejores esfuerzos de trabajo de gabinete.

Ese mandatario provocaba hechos simples de inmediata repercusión popular plantando urgencias que contrastaban  con antiguas molicies y demoras.

Mandaba construir una plaza, o la apertura de calles y caminaba al frente de las maquinarias y los operarios como un general guiando a su pelotón y ordenaba con cierto aire cuartelero la finalización de la obras en un plazo perentorio.

Hubo veces que funcionarios de alta jerarquía  de la administración  que llegaron a su lugar de trabajo  con evidente retraso, se encontraban que Requeijo esta ocupando el sillón de su escritorio con un gesto de clara y tácita reprimenda. .

Aquel Requeijo era un hombre joven, tenía 50 años.

Hoy pasado tantos años recuerdo la ceremonia de asunción de su cargo de gobernador en septiembre de 1969, cuando en el discurso que leyó con el típico acento castrense sus frases finales fueron: “Rionegrinos, donde el pedregral  la floresta, donde el erial la flor, donde  la nada el todo”.

Está de mas decir que tal exhuberancia verbal provocó en mí como testigo y periodista, inmediatas  prevenciones que se fueron diluyendo  a medida que fui conociendo a un hombre honesto y  a un buen gobernante que trabajó en beneficio de Río Negro.

Después escuché sus reflexiones en las vísperas de su entrega  del mando al capitán de navio Oscar Luis Lava  1972  para dedicarse de lleno a la actividad política y la campaña electoral.

Pasados los años me confió muchas de sus experiencias sobre los conflictos internos de la agrupación política que fundara, hasta alejarse definitivamente de Río Negro, después de haber sido designado embajador argentino en Noruega durante el primer gobierno de Menem. Requeijo no fue un accidente en la política rionegrina sino un verdadero protagonista. (APP)