Viedma.- (APP) Emmanuel Carrére en “Yoga” cita la pregunta que se hacía Pitágoras: “¿Por qué está el hombre en la tierra?”. Luego responde: Para contemplar el cielo. ¿Para contemplar el cielo? Si esto es verdad, la mayoría de los seres humanos no lo saben. La mayoría se cree en la tierra para encontrar el amor, hacerse ricos, ejercer un poder, producir crecimiento económico o dejar huella en las arenas del tiempo. Son raras las personas que se saben en la tierra para contemplar el cielo. Si no eres una de ellas, es una suerte conocer a alguna. Amplía el horizonte…”
Hoy pareciera que hay mucha gente contemplando el cielo, pero no con el sentido que mencionaba Carrére (que se refería a personas que no les atraía particularmente tener intereses materiales, como su amigo Hervé Clerc, que entre otras características vivía como si fuese a morir en cualquier momento, siempre tenía miedo de cargarse de cosas y pensaba que es mejor beber en el hueco de la mano que en un cuenco). Ahora, en el mundo e incluso acá en Viedma –de acuerdo encuentros que se concretan regularmente en la Lobería, en la costa marítima, y en la ciudad-, parecería estar de moda descubrir ovnis en el cielo y hay gente que pierde el tiempo obsesionada por encontrar incursiones de supuestas naves extraterrestres, en lugar de ocuparse de cosas más importantes sobre los demás y sobre sí. Cuando empezaron las primeras noticias acá en nuestra capital de esos encuentros de gente aficionada a los ovnis y a lo que denominan zonas energéticas que actuarían como puerta de entrada de supuestas naves provenientes de otro planeta -con auspicio incluso oficial y de instituciones del medio-, me acordé del libro de Carl Jung que sacó a finales de los ’50 “Sobre las cosas que se ven en el cielo: un mito moderno”. En esa obra se ocupó precisamente del interés que había también por aquellos años sobre los ovnis (percibió que, en otras cosas, la moda es recurrente y suele coincidir con momentos de crisis y cambios de era en la humanidad). Jung relata cómo los primeros testimonios de ovnis surgieron en los últimos años de la segunda guerra mundial –aunque también desarrolla en un capítulo una historia de fenómenos que podían emparentarse de siglos anteriores e incluso en la antigüedad- y la imposibilidad de encontrar una base terrestre de esas supuestas naves y de explicar sus propiedades físicas, pronto hicieron nacer la conjetura de que serían de origen extraterrestre. Esto se potenció con las distintas expresiones de lo que se caracterizó como ciencia ficción, tanto en la literatura, como la historieta, la radio (es conocido el impacto que tuvo el relato radiofónico del cuento de H. G. Wells que tenía como tema la invasión de los marcianos a la ciudad de New York, y que la gente confundió con una transmisión en vivo de la llegada de extraterrestres) y el cine de la cultura de masas yanqui. Obviamente que Jung en su libro abordó la temática desde una perspectiva psicológica, dejando en claro además que no poseía los medios y procedimientos como para “aclarar la cuestión sobre la realidad física de los ufos (siglas en inglés de los ovnis)”.
Carl Jung señala entre sus hipótesis que esas naves supuestamente tripuladas por inteligencias extraterrestres constituyen un símbolo integral que representa la pérdida de identidad del individuo, asimilado como célula social de una gran masa informe, “que podríamos denominar candorosamente como humanidad”. Jung sentencia entonces que los ovnis pueden ser manifestaciones exteriores del individuo incapaz de entender su vida interior.
Curiosamente el libro de Jung se populariza entre los “cazadores” de ovnis, aunque sus conclusiones están lejos de avalar la supuesta existencia de civilizaciones de planetas muy lejanos que regularmente nos visitarían -aunque sin tomarse la molestia de tomar contacto ‘oficial’ con los humanos, a pesar de las distancias recorridas-, y apuntan a entender por qué hay personas obsesionadas por la cuestión. Jung reconoce que no puede aceptar ni negar convincentemente la existencia objetiva de esas naves (de hecho reproduce testimonios de testimonios de observaciones a las que califica de probablemente auténticas), pero sí explicar sus ‘visitas’ (“acontecimientos que aparecen y desaparecen sin razón aparente”, escribe) como un mito interesante y convencionalmente explicable.
Sin profundizar en su tesis de los arquetipos de lo inconsciente colectivo en la que enmarca Jung su análisis sobre el tema (entre otras cosas, la ‘proyección’, en el sentido de lanzar afuera a un objeto en el que luego se manifiesta lo que antes era el secreto de inconsciente, y que, en situaciones de crisis mundiales amenazadoras, la proyección “se lanza al cielo, es decir, al espacio cósmico de los astros, donde antes tenían su morada los dueños del destino, los dioses”), debo decir que siempre me llamaron la atención aquellas personas que muestran mucho interés con el tema de los ovnis y la eventual existencia de seres extraterrestres (a los que suelen dar cierta forma antropomórfica) y que suelen mostrar predisposición a creer en las supercherías más disímiles. Y esto dicho sin ninguna intención de descalificar ya que no me creo dueño de ninguna verdad y ante todo considero que, salvo con el límite del fascismo y el odio, la gente puede creer y apasionarse de lo que se le canta. Sí, debo aclarar, el uso literario y cinematográfico del tema, lo que se denomina ciencia ficción como ya señalé anteriormente, me parece no sólo válido sino apreciable como género. De hecho no sólo tengo una afición por la literatura de ciencia ficción sino, entre otras, por la literatura vampírica sin por eso creer que los vampiros puedan existir en realidad.
En esto de las personas que están convencidas que vieron una nave extraterrestre -aunque de acuerdo a los científicos más del 95% de los casos que se estudian sobre esas supuestas apariciones tienen alguna explicación material y racional- tengo como teoría que aquellos personas que creen en su existencia periódicamente “ven” ovnis en el cielo. En mi caso, escéptico como soy –aunque es probable que haya vida biológica y extrañas civilizaciones en algunos de los planetas de galaxias lejanas (las más cercanas se encuentran a unos 11,7 millones de años luz de la Tierra), justamente jamás he visto algún fenómeno supuestamente inexplicable surcando el aire. Y eso que suelo contemplar el cielo (tengo “la afición de contar estrellas”, escribo en un poema) y siendo joven recorrí muchos lugares del país alejados de toda ‘contaminación’ urbana y hasta me he quedado solo y aislado de noche, lo que podía haberme predispuesto psicológicamente a ver cosas extrañas, y todavía trato -ya sin mochila al hombro- de estar en contacto regular con distintos tipos de paisajes, y especialmente amo la costa marítima y el mar. Es decir, aquellos que creen en ovnis, ven; los que no creemos, no.
Puedo decir que, en orden de prioridades, para mí, “hay otros mundos, pero están en éste. Hay otras vidas, pero están en ti», como escribió Paul Éluard, lo que, parafraseando a Jung en su libro sobre ovnis, me puedo jactar de tener mucha vida interior, que cultivo, aprecio y comprendo. Creo que hay búsquedas mucho más interesantes que las de ovnis y extraterrestres, porque como dice Spinetta en una de sus maravillosas canciones “…no somos solo cuerpos y como fondo un cielo…” (APP)